No esperes que la enfermedad o la muerte te hagan vivir. Te comparto 10 puntos para vivirlos desde ya.
¿Te ha pasado que tienen que operar a tu marido de algo sencillo o le mandan una resonancia por un dolor de espalda y la mente se “aloca” pensando historias de terror?
¿Te ha pasado que le sientes una bolita a tu hijo o te sientes una o varias y tu mente empieza a escribir un dramón?…
Sobre todo porque justo abres Facebook y lees la historia de una conocida con dos bebés que está recolectando dinero para su tratamiento y te hace recordar a parientes tuyas viviendo la misma lucha…
¿Y de casualidad te ha pasado que mientras tienes el diagnóstico final, los días se hacen eternos y paradójicamente entre la angustia aflora lo mejor de ti?… De pronto…
Parece que no tienes tanta prisa, y
aparece tiempo para escuchar, observar, disfrutar, abrazar y besar a los que más amas…
También te descubres excelente seleccionadora de batallas. Incluso te sorprende lo paciente, diplomática y conciliadora que puedes llegar a ser.
Cuestiones que parecían misiones imposibles ahora parecen posibles…
Curiosamente, hasta resulta “relativo” o “menos cansado” el cansancio extenuante propio de la vida, del matrimonio, de la maternidad y de la profesión…
Asimismo, hasta les empiezas a agarrar cariño a las canas y achaques obtenidos a lo largo de la vida…
Dejas de regatear el tiempo para jugar con tus hijos y simplemente lo “gastas” mirándolos hasta llegar a su alma, intentando atesorar cada instante…
Mientras piensas en cómo firmar un pacto para poder verlos crecer y seguir acompañándolos, muchos, muchos, muchos años más…
Entonces, la “urgencia” de los últimos años por recuperar el tan anhelado “tiempo para ti y para tus cosas” adquiere otro sentido, amplitud y enfoque…
Total que andas tan “desubicada”, que en medio del típico caos de cualquier cosa y…
A pesar de la “perfecta imperfección de la vida familiar”, consigues lo inimaginable:
Darte tus tiempos especiales con cada hijo, con tu marido y hasta para ti…
De alguna forma logran estar-estar y comunicarse-comunicarse. Así, sin mucho esfuerzo ni muchas horas, de repente redescubres la unicidad y el valor de tu marido y de tus hijos…
Mientras te queda claro que no hay manera suficiente de agradecer la bendición de amanecer un nuevo día, más aún si es con salud y rodeado de tus seres queridos…
Total, que obviamente surgen muchas interrogantes:
¿Por qué mientras todo va bien…
Nos olvidamos de centrarnos en lo esencial y de priorizar lo verdaderamente importante?
¿Por qué mientras todo va bien, nos quejamos tanto y se nos hace tan difícil ser mejores personas y mamás/papás?
¿Por qué mientras todo va bien, no encontramos la forma de ser más pacientes o de tratar mejor a los que nos rodean o de educar positivamente, con conciencia y con respeto?
¿Por qué si están difícil cambiar, cuando barajeamos la posibilidad de tener los días contados, cambiamos de golpe y radicalmente?
¡¡¡Qué poderosa es la conciencia de nuestra fragilidad humana que nos hace “acordarnos” de mirar al cielo y consigue sacar la mejor versión de nosotros mismos!!!
¡Y lo peor!…
¿Por qué cuando vuelve el alma al cuerpo con un diagnóstico favorable, volvemos a ser “los mismos» de antes del “susto” y retomamos las malas rutinas?
Evidentemente nadie es perfecto, ni nadie espera que lo seamos, pero dejémonos de tarugadas y omisiones.
Hay que cambiar y mejorar sin necesidad de que la enfermedad toque a nuestra puerta o la “flaca” nos ponga el cuchillo en el cuello.
La vida no la tenemos comprada…
Por eso:
Agradece cada día y cada segundo el estar vivo.
Aprovecha la vida al máximo y vive tus sueños.
Besa y abraza más a tu marido/esposa y a tus hijos.
Diles a tus seres queridos que los quieres con palabras y con actos.
Míralos a profundidad, ya que no se desgastan, y llega hasta su alma para que estén en el mismo canal, siempre bien conectados, a pesar de los pesares.
Date tiempo de estar-estar y para comunicarse-comunicarse profundamente.
Ríanse cada día, al menos una vez al día.
Haz el bien y deja huella.
Pide perdón cuando sea necesario y cuantas veces sea necesario.
Ama y haz lo que tengas que hacer, ¡hoy!, y di lo que quieras decir, ¡hoy!,… No sabes si mañana podrás…
Oración
Padre, te pedimos por los matrimonios que están leyendo este post.
Para que sepamos valorar cada instante de este maravilloso obsequio que nos has dado, la vida.
Y por ello nos hagamos tiempo para lo más importante, Tú y cada miembro de nuestra familia.
Amén.
Luz María Dollero Anaya
PSICÓLOGOS CATÓLICOS.
Recuerda que, si has intentado hacer algún cambio que te ha costado y no lo has logrado, o estás pasando por algún momento de dificultad o de crisis; existen profesionales (Psicólogos Católicos), que pueden acompañarte en el proceso y ayudarte a trabajar en ello.
Un Psicólogo Católico es un profesional de la Psicología, con un enfoque científico, fundamentado en la antropología cristiana-católica.