El matrimonio, el Espíritu Santo y Pentecostés.
¿Qué es ser un matrimonio con espíritu? Simplemente un matrimonio que quiere ser renovado y guiado por el Espíritu de Dios.
Es tiempo de Pentecostés. Los católicos celebramos la venida del Espíritu Santo, el Paráclito o Consolador que nos ha prometido y dejado Jesús para conducirnos a Dios.
La presencia del Espíritu Santo se concreta en cada mujer y hombre que busca a Dios, que intenta escuchar su voz y hacer su voluntad.
A través de la oración y del discernimiento constante se pueden identificar las llamadas, los mensajes o las insinuaciones del Espíritu.
El Espíritu Santo está permanente, fiel y dispuesto a acompañarnos en cada paso que damos y en cada etapa de nuestras vidas. Una de ellas es el matrimonio.
Así es, la promesa del Espíritu Santo también es para los matrimonios y las familias que buscan un estilo de vida comunitario diferente en el que rijan el amor, la paz, la alegría y fraternidad.
En el que haya calidez y calor de hogar, donde cada miembro se sienta acogido, comprendido y amado, así como la Sagrada Familia o la Santísima Trinidad.
Esa es la relación que viven el Matrimonio y el Espíritu Santo.
¿Qué significa ser un matrimonio con Espíritu Santo?
Significa ser un matrimonio que quiere vivir a lo Dios, que se embarca en la aventura de vivir el Evangelio que Jesús predicaba ante un mundo que poco a poco va dejando de creer en este sacramento y en el amor.
El matrimonio con Espíritu Santo lo conforman una pareja que se ha dado cuenta de su pequeñez, de su debilidad, de su fragilidad y flaqueza cuando van solos, porque simplemente saben que no llegarán lejos y por ello buscan a Dios.
Es un matrimonio que se ha dado cuenta que necesita a Dios, como el centro y protagonista de su relación, como el piloto o comandante de esa aviación.
Porque Él es el autor del “eternamente” del “para siempre”, porque Él sabe de amor, fidelidad, entrega y alegría, porque Él es espíritu y verdad.
El Espíritu Santo concreta su obra en los matrimonios que lo buscan y siguen, pues tarde o temprano manifiesta sus frutos: amor, paz, paciencia, alegría, generosidad, fidelidad, etc.
Antes y después del Espíritu Santo
En la vida de los apóstoles hubo un antes y después del Espíritu Santo. Después de que Jesús resucitó les encomendó a los apóstoles la misión de propagar el Evangelio.
Pero dicen las escrituras, que lo hacían con miedo, inseguros, incluso oraban a puerta cerrada.
Cuando llegó el Espíritu Santo a sus vidas, lenguas de fuego se posaron sobre ellos y comenzaron a hablar en lenguas distintas.(Cf. Hch 2, 1-4) Ya no eran los mismos apóstoles.
Y no porque el Espíritu Santo haga magia, sino porque Dios les había encendido el fuego de la fe, la esperanza, el amor.
Les dio parresia (hablar libre y atrevidamente) y la pasión por anunciar la Palabra de Dios y hacer discípulos por el mundo. (Cf. Hch. 4, 31)
El Espíritu Santo da coraje y valor para anunciar la palabra, para vivir con radicalidad en el seguimiento de Cristo frente a un mundo cada vez más necesitado de evidencias de “ver para creer”.
El Espíritu Santo infundió en los corazones de los apóstoles valor para que vivieran sin miedo lo que les tocaba enfrentar y ellos reconocieron que en el Espíritu Santo estaba la presencia viva, la voz clara y fuerte de Dios.
Así que el Espíritu Santo también puede marcar un antes y un después en el matrimonio porque Dios, a través de Él, da aliento de vida, resucita, lo hace de nuevo, lo reconstruye, lo renueva, lo transforma, lo catapulta para vivir cada día permaneciendo en un mismo espíritu (Ef. 4, 3).
El Espíritu Santo conduce a los sueños de Dios.
Además de renovar y reconstruir, el Espíritu Santo produce otro efecto sumamente importante en los matrimonios: los conduce a los sueños, deseos y anhelos de Dios, dándonos herramientas para vivirlos.
Esas herramientas son precisamente los 7 dones del Espíritu Santo que transforman el matrimonio, que lo renuevan, que le dan razones para continuar y permanecer en el amor, y que le dan la sensibilidad de escuchar sus insinuaciones que concretan la voluntad de Dios.
Con los dones del Espíritu Santo, el matrimonio puede ver, escuchar, palpar a Dios y vivirse todo con sentido:
La rutina, los éxitos y fracasos, la estabilidad e incertidumbre, la enfermedad y la salud, la riqueza y la pobreza, los encuentros y desencuentros, las alegrías y las tristezas, el dolor y el gozo, los buenos y malos momentos, absolutamente todo.
El Papa Francisco en la fiesta de Pentecostés de 2019 explicó de manera clara los dones del Espíritu Santo y aquí los explicamos aplicándolos en el matrimonio.
Aquí les presentamos los 7 super poderes (7 dones del Espíritu Santo) en el matrimonio:
1) Piedad
Indica la pertenencia del matrimonio a Dios y su vínculo profundo con Él, un vínculo que le da sentido y que lo mantiene firme, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y tormentosos.
2) Ciencia
Lleva al matrimonio a captar, a través de la creación, la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada creatura.
3) Fortaleza
Es el don por el cual Dios sostiene siempre al matrimonio en su debilidad.
4) Consejo
El Señor habla al matrimonio a través de la voz y el testimonio de otras personas, de hombres y mujeres de fe que, sobre todo en los momentos más complicados e importantes del matrimonio, ayudan a iluminar el corazón y a reconocer la voluntad del Señor.
5) Entendimiento
Suscita en el matrimonio la capacidad de ir más allá del aspecto externo de la realidad y escrutar las profundidades del pensamiento de Dios y de su diseño de salvación.
6) Sabiduría
Es el don que da al matrimonio de saber de Dios, saber cómo actúa Dios, conocer cuándo una cosa es de Dios y cuándo no es de Él.
7) Temor de Dios
Recuerda al matrimonio cuán pequeños son ante Dios y su amor, y que su bien está en abandonarse con humildad, con respeto y confianza en sus manos. Este don es el abandono del matrimonio en la bondad de nuestro Padre que nos quiere mucho.
Es así como Jesús cumple su promesa de no dejar nunca solos a los matrimonios porque también les hace el regalo de darles al Espíritu Santo, sus frutos y sus dones.
Ahora ya sabes que Pentecostés no es una fiesta más, sino una celebración que marca un antes y un después en la vida y en los matrimonios, si tú así lo quieres y lo buscas.
¡Vamos a la acción!
Te invitamos a responder estas 2 preguntas:
1) De estos 7 super poderes (7 dones) ¿Cuál vas a vivir en tu matrimonio esta semana?
2) ¿Qué actitudes concretas adoptarás para vivir ese poder (ese don)?
¡Vívelas y verás!
Para profundizar más en el tema, te recomiendo que hagas el Quiz de Pentecostés.
Oración:
Pidámosle a Dios que venga el Espíritu Santo a nuestro matrimonio, a nuestras familias, que nos renueve, que nos dé la gracia de recibir sus dones para vivir el día a día como Dios quiere.
Y que esta fiesta de Pentecostés la podamos vivir con un sentido nuevo, diferente, en la que seamos transformados. Amén.
Gina Vallejo