Pentecostés.
Cada año celebramos la fiesta de Pentecostés, una festividad sumamente importante en la Iglesia Católica.
Pero sabes ¿Por qué? ¿Qué significa? y ¿Qué es lo que Dios nos regala en Pentecostés? Aquí pondrás a prueba tus conocimientos.
Sin duda, la fiesta de Pentecostés marca la vida de los apóstoles y da un giro rotundo en el camino de seguimiento de Jesús.
Puesto que después de Pentecostés, su vida ya no fue igual, sino mejor. Así puede cambiar la nuestra.
Las Sagradas Escrituras.
Relatan que el día de Pentecostés los apóstoles se encontraban reunidos con las puertas cerradas.
Evidentemente temerosos, escondidos, confundidos e inseguros por su destino, luego de que Jesús, su maestro, muriera en la cruz y hubiera resucitado.
Seguramente en algún momento su esperanza desfallecía, su ánimo se agotaba y su fuerza languidecía. Pero seguían intentando imitar a Jesús en la oración y predicación, aunque tuvieran miedo.
El día de Pentecostés.
En definitiva, todo cambió porque Jesús, a través del Espíritu Santo, les devuelve la vida, renueva sus fuerzas, reanima la esperanza, aumenta el amor y la fe en Él.
Por supuesto, lo más importante es que les deja al Espíritu Santo, para que siempre les acompañe, y de igual manera nos acompaña a todos los católicos y seguidores de Jesús.
Por lo tanto, pentecostés nos habla de un Dios que no nos deja solos, si no que nos deja a su Espíritu que nos anima, nos infunde fuerza, valentía y coraje para vivir día a día, enfrentando las pruebas de cada momento.
Finalmente debemos estar atentos a escuchar la voz de Dios y estar decididos a conocerle, seguirle, anunciarle y mostrarle con la vida que Él vive y permanece con nosotros.
Oración.
Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén.