A nadie nos gusta la soledad porque nos deja tristes.
¿Te ha pasado que hay días en los que despiertas y tienes un deseo profundo de ser amada(o), un gran anhelo de amar? Hasta pareciera que estás incompleta(o).
Miras a tu alrededor y aparentemente no hay nadie. En tus pensamientos viene la afirmación de que estás sola(o).
En este post quiero compartirte una visión distinta de la soledad, partiendo desde una mirada de fe.
Pequeña anécdota:
Hace unos años, escuché a un sacerdote decir que Dios es como ese artista que hace una obra perfecta, hermosa y al concluirla, plasma en ella su firma.
Esa obra de arte eres tú y la firma del autor (Dios) es el amor. Por lo cual, cada uno de nosotros tenemos esa huella, hemos sido creados por y para el amor.
Hay momentos en los que pareciera que entre más solos nos sentimos más fuerte es el deseo de amar y sentirnos amados.
Meditando la Palabra de Dios, he llegado a la conclusión de que ese deseo profundo viene del sentimiento profundo del artista que nos ha dejado su firma:
Dios anhela estar contigo.
Por lo tanto refleja ese anhelo en tu corazón. Es Dios quien te busca, pues quiere estar junto a ti.
No de un modo superficial sino de un modo cercano, familiar, íntimo, acompañarte en tu día a día.
¿Cómo descubres eso?
Justo en esa necesidad que tienes de amar, en ese impulso que sientes de amar al otro, de formar comunidad.
Grandes santos lo han experimentado así. Han afirmado nunca sentirse solos, sino en grata compañía.
El amor pide convivencia con el amado.
Dios vive en ti, está en ti, contigo, no te ha querido dejar sola(o). No quiere que te vivas en soledad. Él lo prometió:
“El Padre les dará otro paráclito para que esté con ustedes para siempre”. Juan 14, 16
Es justo lo que acabamos de recordar en Pentecostés con la venida del Espíritu Santo (el domingo pasado), esa llama del amor divino, el dulce huésped del alma.
La pregunta es:
¿Te vives acompañada(o) o en soledad?¿Disfrutas de Su presencia?
El amor Uno y Trino de Dios ha elegido tu corazón como su lugar favorito. Eres el mejor Sagrario, en el que más disfruta estar. Sin embargo, quiere también contar con tu aceptación:
“El que me ame será siempre amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él. Si alguien me ama guardará mi Palabra” Juan 14, 20 Continúa diciendo…
Aquel día comprenderán que:
“Yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes” Juan 14, 21
Son palabras directas de Jesús. ¿Puedes acogerlas en tu corazón?
¿Por qué nos invita Jesús a comprender?
Porque sabe que cuando somos conscientes de Su presencia, dejamos de vivirnos solos, dejamos de experimentar esa soledad que no nos gusta.
A veces, a través de la oración es cuando reconocemos su compañía, su cercanía. Reconoces que eres habitada(o) por nuestra querida Trinidad. Pareciera que una lumbrera calienta tu corazón y cuando lo descubres, sientes arder de amor y gozo.
“Sepan que estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” Mateo 28, 20
Jesús ora por ti.
Él le pide ardientemente al Padre en una oración muy profunda antes de salir visiblemente de este mundo:
“Padre, que ellos también sean uno en nosotros… yo en ellos y tú en mí. Padre quiero que donde yo esté, estén también conmigo… Yo les he dado a conocer tu Nombre… para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos” Juan 17, 21
¡Wow!
Jesús podría haber orado por cualquier otra cosa, pero oró por ti, para que no experimentes esa soledad, pues Él quiere estar contigo, quiere que su amor esté en ti.
Tu cuerpo y tu corazón son templo de Dios.
Por lo tanto, procura disfrutar todos los días de este amor, pues Él viene a ti cada día para convivir.
¡Sí! Se vuelve un banquete permanente de amor, un manantial abundante no sólo para ti sino para muchos.
No importa dónde estés.
¡Tienes siempre la mejor compañía!
Estás con la comunidad más completa y perfecta. Aquella que basta, colma, desborda la capacidad de amor que a su vez abastece a muchos corazones, en ti habita la Santísima Trinidad.
¿No sabéis que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo que está en ustedes y que han recibido de Dios? 1ª Corintios 6, 19-20
¿No saben que son santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? 1ª Cor 6, 19-20
Adiós a la soledad ¡Manos a la obra!
Pon todos los medios necesarios para disfrutar de este amor que ha querido quedarse contigo.
- Escúchale, háblale en la oración. Haz oración, entra en ese diálogo profundo, sincero y cálido. No sólo en un momento preciso dentro del templo, sino en una vida orante, camino al trabajo, cocinando, limpiando el auto. No desaproveches la oportunidad.
- Acude frecuentemente a los sacramentos. Sobre todo a la confesión, para hacer limpieza constante de este templo. Si te es posible, busca a un director o acompañante espiritual.
- Déjate rescatar por la gracia Divina. Recuerda que donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia. Donde abundó la falta de amor, sobre abundó el amor divino.
- Cuídate física y psicológicamente. Pon atención a tus pensamientos. Identifica las creencias que tienes sobre tu soledad, así como los sentimientos que estas provocan en ti. Si están abrumándote y no sabes cómo trabajar en ellos, busca ayuda (Un Psicólogo Católico o Consultor familiar puede acompañarte en este proceso).
- Participa en actividades con personas que compartan tu fe. Sin duda tener experiencias de altruismo, donación, entrega, participación, formar una comunidad son parte de ese llamado a amar.
Ahora que sabes todo esto sobre la Santísima Trinidad y su inhabitación en nosotros ¡Vívelo! Disfrútalo, pues el Amor infinito, Uno y Trino de Dios, ha querido estar siempre contigo.
Hoy nuestra querida Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han querido recordarte que no estás solo(a).
Oración.
Papá Dios. Gracias por recordarnos que tu mayor deleite es estar con nosotros. Gracias porque nos llamas a vivirnos siempre acompañados de tu presencia. Aumenta nuestra fe para que nos vivamos a diario con esa certeza, en todo momento y lugar, dialoguemos, convivamos y seamos contigo ese manantial de agua viva para muchos. Amén.