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¿Quieres ser una mejor persona?: El poder de las virtudes

La ética aristotélico-tomista, una corriente filosófica con raíces en la antigua Grecia y la Edad Media, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y el camino hacia la felicidad. Uno de los conceptos centrales de esta ética es el de la virtud, una disposición habitual a actuar del modo correcto. Pero, ¿por qué es tan importante cultivar estas virtudes?

La virtud como hábito

Para Aristóteles y Tomás de Aquino, la virtud no es una cualidad innata, sino un hábito que se adquiere mediante la práctica repetida.

Al igual que un músico perfecciona su técnica con el entrenamiento, nosotros desarrollamos nuestras virtudes a través de la acción.

Al realizar actos virtuosos, reforzamos nuestra disposición a seguir actuando de esa manera en el futuro.

El justo medio

Una característica fundamental de las virtudes es que se encuentran en un punto intermedio entre dos extremos viciosos. Por ejemplo, la valentía es el justo medio entre la cobardía y la temeridad.

La generosidad, entre la avaricia y la prodigalidad. Al buscar este equilibrio, evitamos los excesos y los defectos que pueden perjudicar nuestra vida y la de los demás.

La felicidad como fin último

Tanto Aristóteles como Tomás de Aquino coinciden en que la felicidad es el fin último del ser humano.

Sin embargo, no se trata de una felicidad efímera o basada en el placer inmediato, sino de una felicidad duradera y profunda que se logra mediante la realización de nuestro potencial humano.

Y es precisamente en el ejercicio de las virtudes donde encontramos la clave para alcanzar esta felicidad plena.

Los beneficios del ejercicio de las virtudes

Cultivar las virtudes nos aporta numerosos beneficios:

  • Mayor bienestar emocional: Al actuar de acuerdo con nuestros valores, experimentamos una mayor sensación de paz interior y satisfacción con nosotros mismos.
  • Mejores relaciones interpersonales: Las personas virtuosas son más empáticas, compasivas y justas, lo que facilita la construcción de relaciones sólidas y duraderas.
  • Mayor realización personal: Al desarrollar nuestras capacidades y potencialidades, nos sentimos más realizados y satisfechos con nuestra vida.
  • Contribución a la sociedad: Las personas virtuosas son más propensas a participar en actividades que benefician a la comunidad y a trabajar por el bien común.

¿Cómo cultivar las virtudes?

Cultivar las virtudes requiere de un esfuerzo consciente y sostenido. Algunas estrategias útiles pueden ser:
 
  • Reflexionar sobre nuestras acciones: Preguntarnos si nuestras acciones son coherentes con nuestros valores y si contribuyen al bien común.
  • Buscar modelos a seguir: Identificar personas que encarnen las virtudes que queremos cultivar y aprender de ellas.
  • Pedir consejo a personas sabias: Consultar a mentores o personas de confianza sobre cómo superar nuestras dificultades y crecer en virtud.
  • Practicar la gratitud: Cultivar una actitud de gratitud nos ayuda a apreciar las cosas buenas de la vida y a desarrollar una mayor generosidad.

Profundizando en el ejercicio de las virtudes

Las Virtudes Cardinales y Teologales
 
Una forma de profundizar en el tema es explorando las distintas categorías de virtudes.
La ética aristotélico-tomista distingue entre las virtudes cardinales y las virtudes teologales.
 

Virtudes Cardinales:

Son las cuatro virtudes fundamentales que sirven de base para todas las demás. Son adquiridas por la práctica y la educación, y se relacionan directamente con nuestra vida cotidiana. Estas son:
  • Prudencia: La capacidad de juzgar correctamente en cada situación y elegir la mejor opción.
  • Justicia: La virtud que nos lleva a dar a cada uno lo que le corresponde.
  • Fortaleza: El valor para enfrentar los desafíos y dificultades de la vida.
  • Templanza: El dominio de nuestros apetitos y pasiones.

Virtudes Teologales:

Son infundidas por Dios en el alma y nos orientan hacia Él. Estas son:
  • Fe: La firme creencia en Dios y en todo lo que Él ha revelado.
  • Esperanza: La confianza en la salvación y en la vida eterna.
  • Caridad: El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

La Relación entre Naturaleza y Gracia

Un aspecto crucial de la ética aristotélico-tomista es la relación entre la naturaleza humana y la gracia divina.

Las virtudes cardinales son propias de la naturaleza humana y pueden ser desarrolladas por cualquier persona, independientemente de su fe.

Sin embargo, las virtudes teologales son un don de Dios que perfecciona y eleva las virtudes naturales.

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El Rol de la Comunidad

La comunidad juega un papel fundamental en el desarrollo de las virtudes. A través de la educación, la familia, la amistad y la participación en la vida social, adquirimos los hábitos y las disposiciones necesarias para vivir una vida virtuosa.

La comunidad nos proporciona modelos a seguir y nos ayuda a superar nuestras dificultades.

Obstáculos para el Ejercicio de las Virtudes

A lo largo de nuestra vida, enfrentamos numerosos obstáculos que pueden dificultar el ejercicio de las virtudes. Algunos de estos obstáculos son:

  • Los vicios: Son hábitos contrarios a las virtudes que nos alejan de la felicidad.
  • Las pasiones desordenadas: Los deseos y emociones que nos dominan y nos impiden actuar de manera racional.
  • La tentación: Las fuerzas externas que nos incitan a hacer el mal.

La Importancia de la Libertad

Para que el ejercicio de las virtudes sea auténtico, es necesario que sea libre. La virtud no es una obligación impuesta desde fuera, sino una elección personal que hacemos en cada momento.

La libertad nos permite tomar nuestras propias decisiones y asumir la responsabilidad de nuestras acciones.

La Felicidad como Fin Último

Como ya hemos mencionado, la felicidad es el fin último del ser humano. Al cultivar las virtudes, nos acercamos cada vez más a esta felicidad plena y duradera.

La felicidad no es un estado pasivo, sino el resultado de una vida activa y comprometida con el bien.

Preguntas para la Reflexión:

  • ¿Qué virtudes consideras que debes desarrollar más en tu vida?
  • ¿Cómo influye tu entorno en el ejercicio de las virtudes?
  • ¿Qué obstáculos has encontrado en tu camino hacia la virtud?
  • ¿Cómo puedes integrar las virtudes teologales en tu vida diaria?

En conclusión

El ejercicio de las virtudes es un camino hacia una vida más plena y significativa. Al cultivar hábitos virtuosos, nos convertimos en mejores personas y contribuimos a construir una sociedad más justa y humana.

La ética aristotélico-tomista nos ofrece un marco conceptual sólido para entender la importancia de las virtudes y nos proporciona herramientas prácticas para cultivarlas en nuestra vida diaria.

¡Anímate a poner en práctica estos principios y descubre los beneficios de vivir una vida virtuosa!

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