¿Quién fue ese Matrimonio Santo?
un matrimonio santo, humilde de la época medieval, que por la entrega a Dios en su vida ordinaria.
Premiados con eventos extraordinarios. Aquí comparto su inspiradora historia…
Se calcula que San Isidro nació Alrededor del año 1082 en el actual Madrid, España, donde en esa época predominaba la religión islámica.
Sin embargo, sus padres eran campesinos firmes en su fe cristiana, con gran temor de ofender a Dios.
Tenía un enorme aprecio por la oración y la Eucaristía; y a pesar de ser extremadamente pobres se distinguían por la caridad hacia el prójimo.
Increíble, y pensar que nosotros a veces solo damos lo que nos sobra o ni eso.
Trabajaron como jornaleros contratados por la familia Vargas, para quienes Isidro continuó trabajando después de quedar huérfano aproximadamente a los 10 años.
Un milagro
Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa.
Varios de sus compañeros se quejaron con el amo de que Isidro se incorporaba tarde a la labranza.
Queriendo comprobar personalmente las acusaciones, el señor Vargas decidió espiarlo y notó que era cierto que llegaba una hora más tarde que los otros.
En aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde, pero observó atónito cómo un yugo celestial de bueyes blancos, a la par que su propio yugo, ayudaba al santo a realizar la labranza.
El dueño le puso entonces como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra y la de Isidro produjo el doble que las de los demás.
Nuestro Señor le recompensaba aumentando los rendimientos y los esfuerzos de su trabajo, supuestamente disminuidos por el tiempo dedicado a la oración.
¡Uy! Y tantas veces que hemos pensado que el trabajo justifica nuestras ausencias en misa los domingos, ¡él iba todos los días!
Un milagro más
No fue ese el único evento asombroso que mereció San Isidro por no abandonar ni posponer la oración.
Se sabe que cierto día de verano, mientras estaba rezando en la iglesia, unos niños presurosos le alertaron de que había un lobo feroz persiguiendo a su burrito y ocasionándole heridas de muerte.
Sin embargo, el santo pacientemente, terminó de hacer su oración y cuando salió de la iglesia se encontró al lobo muerto y al burro en perfecto estado.
Asombroso ¿no?
Tras unos años, los mahometanos se apoderaron de Madrid y de sus alrededores, así que los buenos católicos tuvieron que salir huyendo.
Isidro fue uno de los inmigrantes, se trasladó a Torrelaguna y sufrió por un buen tiempo lo que es llegar donde nadie le conocía y la dificultad de conseguir empleo.
Pero confiaba en aquello que Dios ha prometido varias veces en la Biblia: «Yo nunca te abandonaré».
María Toribia
Poco después conoció a María Toribia, una joven campesina también huérfana que vivía allí con algunos parientes, nacida en el seno de una familia muy devota de judeoconversos.
Un gran misticismo acompañó siempre a María, eso hace muy probable que su primer deseo fuese entrar en un convento.
Hasta que su vida se cruzó con Isidro, tan devoto como ella, con él podría realizar una vida digna de esposa, madre y mujer trabajadora al Servicio y voluntad de Dios.
Ambos admiraban sus virtudes y fervor religioso, así que se unieron en santo matrimonio. Que apremiado es no desesperar y esperar la clara voluntad de Dios.
Un santo en el trabajo
En principio Isidro trabajó los campos de Caraquiz, en la pequeña heredad que su esposa había aportado al matrimonio santo.
Además, ambos labraban los campos, hasta que el hacendado caballero Iván de Vargas requirió los servicios de Isidro, y el matrimonio junto con su único y pequeño hijo Illán tuvieron que marchar hacia Madrid.
Los domingos los distribuían así: un buen rato en el templo rezando y asistiendo a misa; otro buen rato visitando pobres y enfermos; y por la tarde saliendo a pasear por los campos como familia.
Mientras estaban en el campo un día, dejaron por un momento al niño en una canasta, cuando en un movimiento brusco del chiquitín, la canasta dio vuelta y cayó dentro de un pozo de agua.
Corrió de inmediato el matrimonio santo, pero el pozo era tan profundo que no había cómo rescatar al niño.
Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas fueron subiendo hasta que apareció la canasta con el niño sano y salvo.
No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan admirable prodigio.
Lo que Isidro ganaba como jornalero lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia.
Pero su caridad era tal, que una mañana de invierno, mientras se dirigía hacia el molino en compañía de un ayudante.
A mitad del camino se encontró con unas hambrientas palomas que se cubrían del frío y la nieve.
Enseguida les ofreció del trigo que llevaba y fue objeto de la burla de su acompañante por derrochar de esa manera el alimento.
Sin embargo, al llegar al molino, los costales de ambos se encontraban repletos, sin que faltase nada, El milagro se produjo.
Una santa en lo sencillo
Del mismo modo, María Toribia fue completamente dedicada a sus labores sin quejarse nunca, mantenía su casa limpia y arreglada, guisaba, preparaba el pan con sus propias manos.
Todo tan sencillo que lo único que brillaba en su vida eran la humildad, la paciencia, la devoción, la austeridad y otras virtudes, con las cuales era rica a los ojos de Dios.
Con su marido era muy servicial y atenta. Vivían tan unidos como si fueran dos en una sola carne, un solo corazón y un alma única.
Le ayudaba en los quehaceres rústicos, en trabajar las hortalizas, en hacer pozos y principalmente en las obras de caridad, tenían la costumbre de repartir alimentos a los más necesitados.
Hijo de matrimonio santo
Acudió a su puerta un hombre en una ocasión, pidiendo limosna, pero era ya tarde y la comida se había terminado.
Sin embrago, Isidro rogó a su esposa que mirara si aún quedaba algo en la olla, al llegar a la cocina comprobó sorprendentemente que estaba llena de sopa caliente como recién hecha.
Como ambos esposos no tenían mayor ilusión que llevar una vida pura y fervorosamente dedicada a Dios.
Después de eso, al haber visto crecer a su único hijo, llegaron al acuerdo de separarse por un tiempo.
Para que María pudiera servir como cuidadora de la Ermita de Nuestra Señora de la piedad, mientras Isidro se quedaría en Madrid.
La nueva vida solitaria de María, consistía sobre todo en obsequiarse a la Virgen, hacer largas y profundas meditaciones.
Teniendo a Dios como maestro, limpiar la suciedad de la capilla, adornar los altares, pedir en los pueblos vecinos ayuda para cuidar la lámpara, y otras labores.
Estando entregada a esta clase de vida piadosa, unos hombres enemigos, sembradores de cizaña, comunicaron a Isidro que su esposa hacía mala vida con los pastores de los alrededores.
El santo varón.
Buen conocedor de la fidelidad y del pudor de su esposa, rechazó a los delatores como agentes del diablo.
De todos modos, quiso saber de donde habían sacado aquellas especulaciones.
Le siguió los pasos a escondidas y con sus propios ojos vio que su mujer, como de costumbre, con la mayor naturalidad.
Se acercó al río, que aquel día bajaba lleno de agua por las lluvias abundantes y con mucho ímpetu extendió su mantilla sobre la corriente, y como si fuera una barquilla, pasó tranquilamente a la otra orilla.
Con la contemplación directa de la escena asombrosa, el honor de esta mujer continuó intacto ante su marido y ante los vecinos de la comarca.
María volvió a Madrid después de unos años para cuidar a su esposo, que se encontraba enfermo, hasta que éste falleció alrededor de los 90 años de edad.
Siguieron siendo un matrimonio santo. Entonces ella volvió a la ermita, para servir hasta también fallecer teniendo aproximadamente 80 años.
Canonización
El cuerpo de San Isidro fue retirado de su sepulcro a los 43 años de haber fallecido y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto. fue canonizado por el Papa Gregorio XV en el año 1622 junto con otros 4 santos.
Mientras que Santa María Toribia fue canonizada hasta el año 1752 por decreto del papa Benedicto XIV.
Hay diversas teorías por las cuales a ella se le conoce popularmente como Santa María de la Cabeza, la principal es porque su cráneo fue colocado en un altar como reliquia.
Matrimonio santo.
Los asombrosos acontecimientos en la vida de este matrimonio santo, nos resaltan cómo el tiempo dedicado a la oración no merma el rendimiento laboral, al contrario, lo hace fructificar y multiplica sus beneficios.
Así mismo, que no hay justificación alguna para evitar la caridad con el prójimo ni la admiración y el respeto por la obra de Dios y sus creaturas. Nos reitera que la humildad y la fe mueven montañas.
Quiero recordarles que los milagros ocurridos no fueron los que llevaron a la santidad a este santo matrimonio.
Por el contrario, solo fueron las manifestaciones de que Dios estaba con ellos, en realidad San Isidro y Santa María se dedicaron por completo a sus deberes comunes, es por eso que la santidad está al alcance de todos, y el próximo santo ¡eres tú!
Oración
Queridos, San Isidro Labrador y Santa María de la cabeza, les pedimos que intercedan por todos los matrimonios santos que nos leen y nos escuchan. Que tomándolos como ejemplo abracen las actividades cotidianas y responsabilidades que a cada uno corresponden, ofreciéndolas a Dios con amor, y que sean iluminados por el Espíritu Santo para alumbrar en ellos el fruto de la caridad.
Amén
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Vania Hernández
“Mamita María, mi refugio y mi modelo”