¿Llegaron al altar imaginando un «Felices para siempre»?. ¿Les pasó que iniciando su matrimonio creyeron que todo se iría dando naturalmente? ¿Por la convivencia, por el amor, por todo lo que se ve en las películas y lo que dice uno que otro cuento de hadas? jajaja.
Que todos los desacuerdos al final ¿serían detalles románticos y anécdotas para recordar y reír juntos, y resulta que en el día a día eso no pasa y te sigue molestando? ¿O que incluso ese detalle raro en tu pareja que en el noviazgo parecía gracioso y tierno ahora resulta irritante?
Bueno, eso a mí sí me pasaba mucho; aún me pasa y muy probablemente me seguirá pasando. Es por eso que nos dimos a la tarea de buscar algunos elementos que nos podrían ayudar a ambos a crecer, a madurar y a vivir este amor conyugal real y no la fantasía que teníamos al casarnos.
Hablo en plural porque a Felipe mi esposo le pasaba lo mismo (o incluso más que a mí) y eso que yo me consideraba adorable jajaja. Uno de estos elementos es:
EL ACEPTAR AL OTRO COMO ES
Al iniciar fue a través de la oración. Al preguntarle a Dios (o más bien cuestionarle y acusarme sobre aquello en lo que no estábamos encajando), en cuanto hábitos, manera de ser, de expresar, de administrar, etc., lo primero que entendí de parte de Dos fue la cita de Gn 27 Y creo Dios al hombre a su imagen a imagen de Dios los creo varón y mujer los creo.
A través de esta cita entendí de parte de Dios que Felipe no es cualquiera. Es un don, un regalo a mi vida. Es especial, es ese rostro de Dios que está para manifestar su amor y desarrollar en mí su amor.
Cambiar la mirada.
Aceptar al otro tal y como es, supone vencer esa gran tentación de querer hacer al otro como yo quiero que sea. Hacerlo a mi imagen. Anulándolo y sometiéndolo, porque eso genera que mi esposo no sea quien es. Es decir, que no se experimente libre en mostrarse y mucho menos libre para entregarse.
Aceptar al otro como es, con sus grandezas y sus miserias.
Aceptar al otro como es, no es hacer pasar por bueno lo que no sea tan bueno. Ni resignarse a arrastrar durante años unas mismas deficiencias. Es trabajar con el otro, es esforzarse por llegar juntos a conseguir una plenitud en la que cada uno es plenamente él mismo. Es decir, saber morir juntos a lo viejo y resucitar a lo nuevo.
A mi esposo le gusta mucho la música y algo que me enamoro de él ciertamente fue su manera de tocar la guitarra y de cantar. Tiene una hermosa voz. Incluso compuso una canción con la que me pidió matrimonio; es decir, era algo adorable para mí.
Sin embargo, al casarnos ese amor por la música lo comencé a ver como amenaza (ya saben, decía que: “era más importante que yo” etc.). Yo quería que viviéramos experiencias juntos, pero justo al vivir esas experiencias no era posible, porque a él le tocaba estar encargado de la música y al final estábamos separados.
Comencé a molestarme mucho por eso y él pensó en dejar la música. Yo lo veía triste, como que algo le faltaba. Después de un tiempo e intentar vivir este “aceptar al otro”, descubrí que justo la música era parte de él y que, a través de la música, Dios le hablaba de nosotros, de nuestro matrimonio.
Fui entendiendo la importancia y la riqueza que hay en él; he ido aprendiendo a apoyarle y eso se ha reflejado en otras áreas de nuestro matrimonio.
Redescubrirnos.
Dice en Is 43, 18-19 «Pero no se acuerden más de otros tiempos, ni sueñen ya más en las cosas del pasado. Pues yo voy a realizar una cosa nueva, que ya aparece.
¿No la notan? Sí, trazaré una ruta en las soledades y pondré praderas en el desierto.
La invitación es a no cerrarnos a lo que es nuestra pareja, a no decir que: “ya sé lo que es y lo que será”. Sino darnos la oportunidad de redescubrir cada día a ese ser maravilloso que es un don de Dios a mi vida.
Dios hace nuevas todas las cosas cuando dejamos que cambie nuestra mirada y nos muestre cada detalle y momento como una oportunidad para amar como Él y dejarse amar por Él.
Oremos por tu matrimonio.
Amado padre, ponemos en tus manos el matrimonio de quien está leyendo éste post. Ayúdalos en sus necesidades, guíalos, cuídalos, que se redescubran y que cada día aprendan a amarse más y mejor. Amén.
Deja tus intenciones particulares en nuestra sección Pide y haz oración. Todos como familia, oramos por ti y los tuyos.
Recuerda que si están pasando por algún momento de crisis en su matrimonio, existen profesionales (Psicólogos Católicos) que pueden acompañarles en éste proceso y ayudarles a trabajar aquellos aspectos que les están causando dificultad.
Felices para siempre – Damia Sánchez
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Ref. Vivir en pareja un proyecto de vida conyugal para nuestros días. Manuel Iceta. Ediciones SM pág. 18