Hoy que en México se celebra el día del niño, quiero compartirte cuál es el mejor regalo que puedes dar a tus hijos; el encuentro con Dios vivo.
¡Dios está vivo!
Siempre está la duda de saber si como padres vamos por buen camino, por eso me atrevo a publicar y compartirte aquellas cosas que me han ayudado a llevarlos a Dios, en medio de la rutina, las prisas, el trabajo etcétera.
En este post te voy a compartir 6 acciones para llevar a nuestros hijos al encuentro de Dios vivo.
Entre las situaciones que a cada uno nos ha tocado vivir y en los contextos en los que actualmente estamos (social, económico, político…), quizá sea una cuestión constante en nuestra mente:
¿Cómo le hago para llevar a mis hijos al mismo encuentro de un Dios vivo?
COMO FLECHAS EN MANOS DEL GUERRERO Salmo 127, 4
La primera vez que escuche esta cita no le tome mucho sentido pues aún no llegaban a mi vida mis hijos.
Aunque para cada uno tiene un mensaje claro y distinto, en mi caso, me hacía recordar todo aquello que considero ha llevado a mis hijos a conocer a un Dios vivo.
Reconozco que ha sido un trabajo difícil para mí, pero tengamos la certeza de que Dios, tiene los nombres de nuestros hijos grabados en la palma de su mano (Cfr. Isaías 49, 16).
Inclusive, hay situaciones tan cotidianas que nos cuestionan nuestra vocación de ser padres, pero hoy en esta cita, encontraba la confianza y esperanza de Dios, para poner a sus hijos muy amados en nuestras manos.
Confiando en que nuestro encuentro con Él, nuestras luchas y batallas de cada día (que al mismo tiempo nos renuevan), nos llevará a que nuestros hijos sean agentes de cambio para esta sociedad.
¡Como flechas!
Con la fuerza de ser auténticamente ellos, reflejo de la fuerza interior que Dios ha forjado en ellos, como flechas que llevan la esperanza en sus ojos, a quienes tanto la necesitan.
1) Tener clara tu misión como padre.
Nunca me experimenté preparada para ser madre. Veía a mi mejor amiga con su primer bebe y por dentro me surgía la duda ¿seré capaz de ser madre?
No solo por la parte biológica sino por todo lo que implica. Entonces comprendí la invitación a tener la intención de forjar en ellos el mismo deseo que Jesús puso en mi juventud:
Que sean personas capaces de transformar el mundo, capaces de transformar un ambiente de incertidumbre en un ambiente de paz.
Ya sea desde su profesión de científicos, artistas, maestros, etc. o en el lugar donde se encuentren, pero que allí en donde estén, se note que son hijos de Dios.
2) Recordar las Palabras con las que Dios te los puso en el corazón.
Desde que nos casamos pensamos en el nombre de nuestro primer hijo; André. En un momento de oración, entendí esta cita:
Tu eres mi elegido a quien sostengo (Isaías 42, 1) que acompañaría mi embarazo y la vida de mi hijo.
Se lo pregunte a Dios, porque la verdad tenía mucho miedo del embarazo y del momento de su nacimiento.
Cuando platicaba con otra amiga (más bien mi madre en la vida de fe) y ella me contaba lo padre que había vivido sus partos desde el dialogo con Dios, decidí preguntar en la oración:
¿Qué palabra quieres poner en mi corazón para vivir esta aventura de ser madre?
Fue entonces que recordé una canción que hace referencia a esta cita. Me ayudó a saber que quien lleva la obra es Él, no yo. Quien lo sostiene es Él no yo y quien sostendrá su vida será Él, no yo.
Con mi hija Julieta fueron tiempos difíciles durante el embarazo. Aún en estos momentos llego ella con su belleza, a darnos más fuerza para seguir caminando como familia.
«¡Qué bella eres, amada mía, ¡qué bella eres!» Cantar 1, 15.
Por eso, cuando supimos que sería niña, esta cita nos llegó al corazón para tenerla presente en todo el camino que nos esperaba.
3) Enseñarles que Dios es descomplicado, cercano, amigo.
Cada una de las cosas que hemos hecho con nuestros hijos, la hemos aprendido en el camino y esta es una de ellas.Una vez nos quedamos con nuestros amigos (compadres, hermanos) y compartimos la hora de dormir con nuestros hijos. Escuché cómo hacían oración con ellos.
Se me hizo un momento tan bonito, descomplicado y cercano, que comenzamos a hacerlo con ellos desde ese día. A través de una oración sencilla:
Gracias Papá Dios ¡por este gran día! Aprovechamos para pedir a mamá María por alguna situación difícil de sus amiguitos y de los niños que no conocen y terminamos con un Dios te salve.
Para ser sincera es de mis momentos más cercanos con Dios, pues escuchar su vocecita decirle Papá Dios y Mamita María, se me llena el corazón de ternura.
4) Cuidar de la relación que tienes tú como padre, con Dios.
Mantener la oración (este diálogo profundo con Dios) y acudir a los Sacramentos ha sido un reto que asumir.
Durante todo este tiempo que llevamos como padres, no hemos dejado de tener esta vida orante.
Tener presente Su presencia en medio de nosotros, nos ha ayudado a reconocer que no estamos solos en este reto de ser padres.
Ponemos citas bíblicas en los pasillos de la casa o en la puerta que nos ayudan a retomar nuestros diálogos con Dios; a nuestros hijos les ayuda a aprender que tener un Dios vivo, es saber que podemos escuchar su voz en medio de todo nuestro día.
5) Llevarlos a platicar con Jesús.
Cada que tenemos oportunidad pasamos al Sagrario con ellos. Les enseñamos que allí está Jesús y que pueden hablar con Él.
Comienzan a platicarle cómo estuvo su día y luego se despiden de Él, mientras están de rodillas frente al Sagrario.
Quizá solo sean un par de minutos. A veces sólo lo saludan y dicen: ya me quiero ir, pero sabemos que a largo plazo será muy natural para ellos pasar momentos delante del Sagrario.
6) Compartir tu oración con ellos.
Mis hijos tienen 5 y 7 años, recientemente me regalaron una libreta, la cual lleve a mi retiro de Pascua de este año.
Julieta (que siempre busca en mi bolsa) me preguntó:
¿Qué escribiste aquí?
La verdad nunca había hecho este ejercicio y ¡me encanto!
Le dije; – lo que Dios me dijo en esta Pascua. Les leí mi resumen del retiro con la cita de Josué 1, 9
Los miraba mientras les explicaba y ¡me encantó su carita!
Atentos, escuchando lo que les decía y entonces les pregunté: ¿y a ustedes qué les dijo?
Ellos rápidamente respondieron: a mí me dijo; soy tu amigo para siempre y a mí que me ama y que está vivo.
La verdad es que llevar a nuestros hijos al encuentro con Dios Vivo es de lo más sencillo, pues su corazón está dispuesto siempre para Dios, creen en Él y escuchan su voz.
Quizá podamos aprender un poquito más de ellos observando cómo ellos se acercan a tratar con un Dios vivo y resucitado.
Oración.
Querida familia del cielo (La Trinidad y María) nos regalen la sabiduría para que seamos padres que lleven a sus hijos al encuentro con un Dios vivo en cada una de sus acciones.
Pidamos por los niños que han sido abandonados que sufren y experimentan el dolor para que a través de cuerdas humanas puedan encontrarse con el abrazo amoroso de nuestro Padre.
Amén
Rocío Mejía.
Red de Psicólogos Católicos Catholizare
Ilustrador Gustavo Lemus @supersantos_gt
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