Esta semana el evangelio nos ha hablado un poco sobre ese llamado que Jesús nos hace a dejar todo y seguirle, en Mt. 19, 16-22 escuchamos la historia del joven rico.
Aquel hombre que se acercó a Jesús para preguntarle que obras buenas debía hacer para alcanzar la vida eterna y Jesús le indicó que cumpliera los mandamientos, a lo cual el joven le asegura que eso ya lo hace, entonces Jesús le dice:
“Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo”, ahí el joven se marcha triste, porque tenía muchos bienes, entonces
¿Qué pasó con el primer mandamiento, que es amar a Dios sobre todas las cosas?
Jesús nos llama a identificar en nuestra vida que riquezas nos tienen atados al mundo, estas pueden ser bienes materiales, personas e incluso vicios que nos impiden seguirle, que son un tropiezo o bien un freno en nuestro camino de santidad.
Así como el joven rico, puede ser que el dinero sea ese bien que nos tiene atados y nos impide poner a Dios y sus mandamientos en primer lugar, escuché decir a un sacerdote en su homilía que hasta el corazón más noble se corrompe ante la riqueza.
Si nuestros ojos están puestos en el dinero y en tener cada vez más, será difícil que veamos el rostro de Jesús, que escuchemos su voz.
«Deja todo y sígueme»
Si nuestra atadura es una o varias personas, estas también nos pueden impedir seguir a Jesús, sobre todo hablando de la vocación de vida, imaginemos que los discípulos de Jesús se hubieran negado a seguirle porque no querían dejar a sus padres.
De este modo Jesús también nos hace esa invitación a no tener miedo y dejar incluso a las personas que amamos para servirle, ya sea en la vida religiosa, sacerdotal, consagrada o el matrimonio (vocaciones de servicio).
En el caso de los vicios sabemos que no solo se refiere a una sustancia, puede ser a la pornografía, al juego, incluso a la pereza, la lujuria, todo esto nos nubla la mirada, mancha nuestra alma, daña la pureza de nuestro corazón, ahí en donde la comunicación con Dios es directa.
Pero si el canal de comunicación se tapa de porquería, no seremos capaces de escuchar esa voz que nos llama con tanto amor, tenemos que vencer esas debilidades del alma, pidiendo la ayuda de la Santísima Trinidad.
De Dios Padre que con tanto amor nos pensó y nos creó, de Jesús quien nos ha salvado y nos llama a vivir libres de esas ataduras haciendo la voluntad del Padre, y el Espíritu Santo que siendo ese fuego de amor entre el Padre y el Hijo nos envuelve en esa unión fraterna, nos guía a ese camino de santidad.
Oración:
Señor, que tengamos presente que nuestra misión en este mundo es servirte a ti, que no habrá nada más que llene nuestro corazón y nos de plenitud, solo tu presencia nos basta, que no paremos hasta encontrar el camino que nos lleve a tu amor.
Autora: Gabriela Sarai Padilla Brizuela
