Segunda fase del Adviento (8–13 de diciembre)
Llamado a la conversión
El Adviento es un tiempo que se despliega con una delicada pedagogía espiritual.
Después de una primera semana marcada por la vigilancia, entramos en la segunda fase del Adviento, centrada en un llamado profundo y urgente: convertir el corazón para preparar el camino del Señor.
Aquí aparece, con fuerza y claridad, la figura de Juan el Bautista, esa voz ardiente que resuena en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.”
Esta semana nos conduce suavemente hacia el interior. No se trata de acumular prácticas, sino de permitir que Dios transforme la raíz de nuestra vida.
Las lecturas del 8 al 13 de diciembre ofrecen un itinerario concreto, diario, para vivir una conversión real: del pensamiento, del cansancio, de los afectos y de la relación con los demás.
A continuación, exploramos con profundidad cada día de esta fase, integrando el mensaje del Evangelio con una aplicación espiritual para la vida cotidiana.
Lunes 8 de diciembre — (Lc 1, 26-38)
La Anunciación
Recordatorio: María enseña el “sí” que abre los caminos de Dios.
Aplicación: Abrir el corazón a la voluntad divina.
El Adviento no podría hablar de conversión sin mostrarnos primero a María, la mujer cuyo corazón se abrió sin reservas al plan de Dios.
La Anunciación no es simplemente un relato hermoso: es un espejo en el que la Iglesia nos invita a mirarnos.
María recibe la propuesta divina sin comprender todo, pero confiando plenamente.
Ella nos enseña que la conversión auténtica comienza con un “sí” interior, un acto profundo donde dejamos de resistir a la gracia para permitir que la voluntad de Dios fecunde nuestra vida.
En medio de nuestras rutinas, preocupaciones y proyectos, María nos recuerda: abrir el corazón a Dios no disminuye nuestra libertad, la realiza.
Su “hágase” es una puerta abierta para que Dios irrumpa y transforme.
Pregúntate hoy: ¿Dónde estoy reteniendo un “no”? ¿En qué aspecto de mi vida necesito confiar como María para que surja una vida nueva?
Martes 9 de diciembre — (Mt 18, 12-14)
La oveja perdida
Recordatorio: Dios no quiere perder a nadie; su amor es personal.
Aplicación: Dejarme encontrar por Él.
La conversión no empieza por una acción nuestra sino por un movimiento de Dios hacia nosotros.
La parábola de la oveja perdida revela el corazón del Padre que sale al encuentro del hijo que se extravió. No se resigna a perder. No se acostumbra a vernos lejos.
En esta segunda semana, Jesús nos muestra que convertirnos no es un esfuerzo titánico ni un mérito personal, sino permitirnos ser hallados.
Dejar que Él nos cargue, nos restaure y nos traiga de vuelta al centro. Quizá nos hemos desviado por cansancio, distracción, pecado o simple tibieza.
Hoy, el Señor dice: “No quiero perderte. Te busco. Te llamo por tu nombre”.
Conversión es permitirle alcanzarme.
Miércoles 10 de diciembre — (Mt 11, 28-30)
Descanso para los cansados
Recordatorio: La conversión también es descanso en Cristo.
Aplicación: Entregarle mis cargas.
Una de las imágenes más tiernas de Jesús aparece hoy: el que ofrece descanso a los cansados y agobiados.
Convertirse no es tensarse, sino apoyarse. No es cargar más, sino dejar que el Señor lleve el peso.
En esta lectura, Jesús nos enseña que la conversión tiene un ritmo suave: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera.”
Es decir, la vida en Cristo no es opresión, sino descanso profundo, descanso del alma, descanso que libera del perfeccionismo, del miedo y del excesivo control.
¿Cuántas veces no damos pasos de conversión porque estamos agotados? Jesús nos recuerda: la conversión empieza por descansar en Él, dejar de luchar solos, abrazar la mansedumbre del Maestro, rendir las armas interiores.
Jueves 11 de diciembre — (Mt 11, 11-15)
Juan el Bautista
Recordatorio: El precursor invita a la conversión radical.
Aplicación: “Allanar senderos” en la propia vida.
Juan el Bautista aparece como un profeta exigente, pero profundamente libre. Su voz corta el ruido del mundo y nos llama a tomar decisiones claras.
Si en días anteriores Jesús nos reveló la ternura de Dios, hoy Juan nos muestra la verdad que libera.
Convertirse implica revisar caminos torcidos: actitudes que no edifican, hábitos que apagan la gracia, apegos que ahogan el amor.
Juan no invita a una conversión parcial, sino a una entrega radical del corazón.
Allanar senderos significa quitar piedras, limpiar el terreno, ordenar la vida desde dentro. Es el momento de preguntar:
¿Qué debo rectificar hoy para que Cristo encuentre un camino limpio en mí?
Viernes 12 de diciembre — (Lc 1, 39-48)
La Visitación
Recordatorio: La caridad es fruto inmediato de la conversión.
Aplicación: Salir al encuentro del hermano.
Una conversión que se queda en lo interior no es aún completa. Por eso, el Evangelio nos muestra a María yendo deprisa a servir a su prima Isabel.
La Visitación revela una verdad profunda: cuando Dios entra en el corazón, éste se mueve hacia los demás.
La caridad no es un añadido moral, es el desbordamiento natural de un corazón convertido.
La semana de la conversión nos recuerda que la fe madura siempre se concreta en gestos: acompañar, escuchar, visitar, sostener, alegrar.
María no se encierra en sí misma; se vuelve presencia de consuelo y alegría. Esa es la señal auténtica de una conversión real.
Sábado 13 de diciembre — (Mt 17, 10-13)
Elías y Juan: la voz que llama al cambio
Recordatorio: Reconocer a quienes Dios nos envía.
Aplicación: Escuchar las voces proféticas de hoy.
Cerrando esta etapa, Jesús nos habla de las voces proféticas que Dios envía para despertarnos. Israel no reconoció a Elías ni a Juan, y esa ceguera espiritual es una advertencia para nosotros.
La conversión exige escuchar, identificar esas voces que Dios pone en nuestro camino: un consejo, una corrección amorosa, una situación que nos confronta, una palabra que nos ilumina.
Dios sigue hablando, pero necesitamos un corazón atento para reconocerlo. En este día final de la segunda fase del Adviento, pregúntate:
¿Qué voz estoy ignorando? ¿Qué llamado de Dios me cuesta aceptar?
Conclusión: Convertir el corazón es preparar la casa de Dios
La segunda semana del Adviento nos recuerda que preparar el camino del Señor no es un adorno espiritual: es una transformación del corazón.
María, Jesús y Juan el Bautista nos enseñan que la conversión es encuentro, descanso, verdad y caridad.
Que esta semana sea un tiempo para dejar que Dios nos encuentre, nos renueve y nos envíe a amar.









