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¿Cómo cultivar el autoestima de manera saludable?

Dos extremos

La autoestima es un tema que ha sido difícil de abordar. La tendencia es a irse a dos extremos.

En un extremo, te dicen que pienses solo en ti: solo importas tú y lo que te haga feliz.

Desde esta perspectiva, mereces todo por el simple hecho de existir. Esta postura basa la valoración personal en la búsqueda del placer y en el egoísmo.

Promueve que nos alejemos de toda persona que no nos complazca y de todo lo que genere sufrimiento.

En el otro extremo, están quienes consideran que solo eres un miserable pecador indigno. Desde este foco, se confunde el ser humildes con el autodesprecio. Se piensa que no valemos nada. 

Ninguno de estos extremos es saludable. No es correcto rebajar nuestra dignidad, pero tampoco endiosarnos a nosotros mismos.

Lo sano sería, entonces, buscar un punto medio. Sería tratar de encontrar un equilibrado afecto y una armónica valoración personal.

Es por ello que yo prefiero el concepto de “valoración personal” en vez del de “autoestima”. Aquí te comparto tres tips para desarrollar, por lo tanto, la valoración personal.

Psicólogos católicos 7
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Reconoce tu grandeza y tu miseria

Santa Teresa decía que “la humildad es andar en la verdad”. La verdad es reconocer que en nosotros hay una pequeñez, una miseria y una naturaleza herida que tiende a hacer lo que no conviene.

También, es cierto que tenemos una enorme dignidad como seres humanos. La tenemos porque Dios nos elevó desde la condición de esclavos a la dignidad de ser sus hijos amados. Así, el centro no somos nosotros mismos, sino Dios.

Por eso, es importante que trabajes en conocerte a ti mismo. Es necesario que conozcas tus talentos, tus virtudes, tus valores, tu temperamento y tus fortalezas. Todo eso viene de Dios.

No tienes nada que no te haya dado Él. El amor propio jamás debe ser mayor que el amor que se le da a Él. 

A su vez, debes conocer las heridas emocionales y los traumas que hay en tu historia, tus necesidades y tus debilidades.

No debes minimizarlas ni maximizarlas. Esto es necesario para que puedas trabajar en ellas sin abandonarte. Además, para que no te coloques por encima de los demás ni desprecies sus necesidades. 

Trabaja en las heridas emocionales que lastimaron tu dignidad

Las heridas emocionales se caracterizan por distorsionar nuestra identidad. Nos dicen mentiras identitarias como, por ejemplo: “yo no valgo”, “no soy suficiente”, “nadie me va a querer”, “me voy a quedar solo”, “tengo que tener todo bajo control”, “debo ser perfecto”, “si digo que no, me rechazarán”.

Una infinidad de pensamientos distorsionados y catastróficos interfieren en nuestro día a día.

Impactan en la forma como nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Hacen que, también, nosotros lastimemos a otros con nuestras heridas. 

Igualmente, estas experiencias dolorosas causan que construyamos mecanismos de defensa para protegernos del dolor. Así, evitamos el sufrimiento. Buscamos amor donde no debemos. Nos refugiamos en adicciones. Usamos a los demás. Nos comportamos de modo egoísta. También, por el contrario, podemos llegar a ser demasiado complacientes y compararnos con los demás. Todas estas son defensas.

Por eso, es importante dejar de vivir como si nada pasara.  No podemos hacer como si la herida no existiera o como si se fuera a sanar sola sin que tengamos que esforzarnos. Dios nos ha dado ayuda desde el plano médico, psicológico y espiritual. Recurre a esta ayuda. Además, Dios te revela cuál es tu verdadera identidad: “y una voz que salía de los cielos decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco»” (Mateo 3,17).   

 
Psicólogos católicos 8
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4) Repara

Muchas veces queremos sanar, queremos una vida más feliz, pero no nos damos cuenta que es necesario reparar sobre nuestras heridas y nuestros pecados.

Pocas veces nos explican que en la raíz de todo pecado se encuentra una herida como las que nombramos al inicio.

En la medida en que podamos sanar esas heridas y reparar nuestros pecados, podremos experimentar la sanación que viene de Dios, por medio de sus sacramentos.

5) Acércate a Cristo, el Médico de cuerpos y almas

Una parte hermosa de la Fe de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, es la visión de Cristo como Médico de cuerpos y almas.

Muchas veces, el dolor nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos y a creernos la mentira de que ya no merecemos el amor de Dios. ¡Si para esto murió Jesús! ¡Para que fuéramos merecedores de ese Amor!

Jesús mismo, cuando consagra el cáliz, dice que Su Sangre se derrama “por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”.

Aún más, les manda a hacer eso para siempre: “haced esto en memoria mía” (Mt 26, 28-30).

Hay todo un camino de sanación que podemos vivir de la mano de Dios, que está esperando por nosotros.

Es importante acercarse con confianza a Dios para ser sanados. Para vivir esto, es importante mirarnos con libertad a nosotros mismos.

Es necesario, así, buscar a las personas adecuadas que nos orienten. Además, es preciso dejarnos mirar por Dios, con su infinito Amor que todo lo purifica y todo lo transforma.

Sanación

Oración

Padre quiero poner en tus manos la vida de quien se encuentra leyendo este post. Te pido que cuides su corazón y sus pensamientos, que sepan orientarlos a ti, para que les des la paz y el consuelo que necesitan.  Amén.

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