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Santa Elizabeth Ann Seton: Una historia de fe, educación y caridad

«Una joven madre, viuda y de origen protestante»

Cuyo corazón fue conquistado por la presencia viva de Cristo en la Eucaristía. Santa Elizabeth Ann Seton.

Elizabeth Ann Bayley vino al mundo meses antes del estallido de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, un 28 de agosto de 1774.

Fue la segunda hija del famoso médico Richard Bayley y de Catherine Charlton, vivían en Nueva York y eran descendientes de los primeros pobladores de la región.

Al igual que la mayoría de los miembros de la alta sociedad de la ciudad, eran anglicanos practicantes.

Antes de cumplir los tres años de edad quedó huérfana de madre, y su padre contrajo nuevo matrimonio, del que nacieron otros siete hijos.

Era despreciada por su madrastra, mientras que su padre, ocupado con el trabajo, no podía atenderla.

En tales circunstancias, Elizabeth, de ocho años de edad, fue enviada a la finca de un tío paterno, para vivir allí en compañía de sus primos.

Donde disfrutaba de la vida sencilla, le encantaba hacer salidas al campo, tocaba el piano y escribía poemas.

Psicólogos católicos 3
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Su vida adulta

Antes de cumplir veinte años, contrajo matrimonio con William Magee Seton, miembro de una reconocida familia de comerciantes.

Los ocho primeros años de la pareja transcurrieron prósperos y tranquilos.

Bendecidos con cinco hijos —Anna, Richard, William, Catherine y Rebecca— los Seton vivían en uno de los mejores barrios de Nueva York, llevando una vida llena de lujos.

Muy religiosa y caritativa, Elizabeth participaba en las actividades patrocinadas por la Iglesia Anglicana y se preocupaba por los sufrimientos del prójimo.

Le dolía por encima de todo ver las amarguras por las que pasaban las viudas pobres.

Para darles asistencia, organizó, en unión con otras damas ricas, una asociación benéfica.

La joven señora Seton no podía imaginar que, dentro de unos años, se encontraría en una situación similar a la de aquellas mujeres…

En 1798 murió su suegro, al que Elizabeth quería mucho, y a su esposo le comenzó a ir mal en los negocios.

La nueva responsabilidad de Elizabeth

Elizabeth se hizo cargo de la educación de sus pequeñas cuñadas y por esa época tuvo a su tercer hijo, que casi muere en el parto, pero logró salvarse.

En 1803 la empresa familiar Seton cayó en bancarrota y la familia perdió su casa.

Además, William contrajo tuberculosis y por recomendación médica viajaron a Italia, con su hija mayor, con la esperanza de que el clima mediterráneo aliviara la enfermedad.

Sin embargo, al llegar a Livorno, las autoridades sanitarias los pusieron en cuarentena durante un mes, en un edificio húmedo y frío, donde la salud de William empeoró aún más.

Abandonada de todo el mundo, viendo a su marido adelgazar día tras día y sufriendo privaciones, el alma de Elizabeth se abrió más a las inspiraciones de la gracia.

Comenzó a escuchar atentamente las explicaciones acerca de la Doctrina Católica que le daban las pocas personas con las que tuvo contacto durante ese período.

¿Puedes creerlo? 

Uno de los aciertos más grandes de esta santa, fue haber abierto su corazón ante Dios.

A pesar de encontrarse en uno de los momentos más angustiantes de su vida, en lugar de abandonarse a la tristeza o la derrota.

Y tú ¿Te has detenido a escuchar lo que Dios tiene que decirte?

¿O te ha sucedido como a muchos de nosotros que estamos tan concentrados en los problemas y nos ocupamos tanto en pedirle y pedirle milagros que no nos permitimos escucharle?

Un domingo, la esposa de Antonio Filicchi, Amabilia, la invitó a asistir Misa, al entrar en el templo sagrado, Elizabeth se sintió tocada en lo más profundo del alma. 

Reinaba cierta penumbra en el recinto. Alrededor del altar, muchas personas rezaban el Rosario, llenas de devoción. 

La mirada maravillada de Santa Elizabeth Ann Seton recorrió el lugar, y después de ese día, sintió un cambio en su interior. ¿Qué había en las iglesias católicas que la atraían tanto?

Una insinuación en el corazón

La salida del buque de vuelta a Nueva York se demoró y los Filicchi aprovecharon este tiempo para instruirla más a fondo en la Fe, exponiéndole la doctrina de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Elizabeth quedó encantada con la idea de poder encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo en las Sagradas Especies.

Unos días más tarde, Dios le enviaría una gracia sensible para hacerle creer en esta sublime verdad de Fe. 

Durante una Misa, Cuando el celebrante estaba elevando la Sagrada Hostia, después de la Consagración, alguien se arrodilló junto a Elizabeth y le dijo a su oído: “Ahí está lo que llamamos ‘presencia real’”. 

Arrebatada por estas palabras, ella se inclinó llena de veneración y, por primera vez, adoró a Jesús en la Eucaristía, mientras trataba de contener las lágrimas. 

¡Que hermoso! ¿Te das cuenta del medio del que Dios se valió para ganar el corazón de esta Santa? 

Del testimonio, la familia que la acogió y todos los que conoció en misa, realizaban sus actividades con tal veneración, respeto y fe firme, que sembraron en el corazón de Santa Elizabeth Ann Seton el deseo de vivir algo igual. 

Así que ¡no tengas miedo de vivir al máximo tu fe! porque además de darle a Dios el trato que se merece, podrías ser también el medio para transformar la vida de otros.

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Comenzaba para Elizabeth una de sus más arduas luchas espirituales 

Abandonar el anglicanismo significaba renunciar a la religión en la que había nacido y vivido hasta entonces, pero Jesús Eucarístico le atraía a la Iglesia Católica. 

Incluso la pequeña Annina ya estaba maravillada por el catolicismo y, a menudo repetía: 

“Mamá, ¿no hay católicos en América? Cuando volvamos a casa, ¿nos iremos a la Iglesia Católica?”.

Como buena madre, se sentía responsable, no sólo por su propia salvación, sino también por la de sus hijos.

Por lo tanto, se puso a rezar, pidiendo a Dios una orientación.

Un día, Elizabeth se encontró entre las manos un librito de oraciones perteneciente a la Sra. Filicchi, lo abrió al azar y comenzó a leer: 

“Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado …” 

Cada una de las palabras le sonaba en el alma como un consuelo: ella, que en su infancia tanto sintiera la falta de afecto materno, en realidad tenía una Madre que la cuidaba con inefable bondad. 

Comenzó entonces a invocar a Nuestra Señora, pidiendo que le mostrase el camino que debería seguir.

¡Por supuesto! No podemos ignorar que una devoción sincera a la Virgen María siempre nos conducirá a Dios.

Porque nadie en la tierra lo ha amado mejor que ella, pero también como madre nuestra, nos reconforta, nos consuela y aboga por nosotros ante su hijo.

Santa Elizabeth Ann Seton

Su conversión

El 8 de abril de 1804, madre e hija embarcaron de vuelta a los Estados Unidos, en compañía de Antonio Filicchi. 

A pesar de la felicidad de volver a ver a sus otros cuatro pequeños, Santa Elizabeth Ann Seton tenía un profundo dilema en el alma: 

Abrazar el catolicismo significaba comprar el aislamiento de parte de todos los familiares y amigos americanos. 

Pero, ella ya no podría vivir sin pensar en el Santísimo Sacramento.

Pasaba largas horas del día haciendo comuniones espirituales y, estando en la iglesia anglicana de San Pablo, adoraba a Jesús presente en el Sagrario de la Iglesia Católica de San Pedro.

Y alcanzaba a ver por las ventanas, no pertenecía formalmente a la Iglesia, pero su corazón ya era católico.

El Miércoles de Ceniza de 1805, ante el Sagrario de la iglesia de San Pedro, Elizabeth tomó la decisión irrevocable de hacerse católica, con sus cinco hijos. 

Diez días más tarde, el 14 de marzo, hizo su profesión de Fe, en la misma iglesia.

El sacramento de la Eucaristía

En la fiesta de la Anunciación, 25 de marzo, a los 31 años de edad, realizó su más ardiente deseo: recibir la Primera Comunión. 

¡Cuánta felicidad! y pensar que muchos de nosotros que tuvimos la oportunidad de nacer o crecer dentro de la iglesia católica.

No sabemos valorarlo, a veces lo vemos solo como parte del rito, comulgamos por costumbre.

Lo recibimos sin estar debidamente preparados o simplemente lo despreciamos por indiferencia o comodidad. 

Y tú, ¿eres consciente de ese gran milagro del que eres testigo en cada Eucaristía? 

El milagro de la transubstanciación ocurre ante tus ojos aunque no lo puedas ver, ese pedacito de pan es verdaderamente su cuerpo y sangre.

Para que puedas recibirlo, se sacrificó nuevamente por ti, para el perdón de tus pecados.

Es algo tan grande y maravilloso que no merece menos, la próxima vez que estés ante Él dobla las rodillas sin titubeo, ofrécele todo tu respeto, atención, agradecimiento y amor, admíralo, adóralo.

Al año siguiente Santa Elizabeth Ann Seton recibió la Confirmación de manos del arzobispo John Carroll, el primer Obispo de Baltimore y de los Estados Unidos, que se encontraba en Nueva York para celebrar el Pentecostés.

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¡Una nueva vida!

Desde entonces las pruebas se hicieron cada vez más difíciles para Elizabeth, su situación económica se agravó.

Por lo que intentó conseguir trabajo como maestra de escuela, pero los padres de familia no querían confiarle la educación de sus hijos a una mujer católica.

Además, su antiguo pastor comenzó a predicar públicamente en su contra para que se le cerraran todas las puertas.

Y aunque Elizabeth consiguió por fin un empleo como directora de un internado, tuvo que renunciar al poco tiempo porque varios padres de familia amenazaron con retirar a sus hijos. 

¡Qué complicado debió ser! pero honestamente Jesús mismo nos lo advirtió, “si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros” 

Él jamás nos aseguró un tránsito cómodo por esta vida, sin embargo, cuando realmente tenemos fe y lo amamos, Él nos da todas las herramientas necesarias para mantenernos firmes, ¡nunca nos abandona!

En 1808 encontró por fin una luz de esperanza, que recompensaba su persistencia y abnegación en medio de tantas pruebas.

Conoció a un sacerdote francés, que junto con otros había huido de Francia durante la persecución a los católicos que se desató con la revolución francesa. 

Este sacerdote la convenció para que lo acompañara a Baltimore en Maryland, donde podría fundar una escuela para niñas católicas.

Con la ayuda de un generoso donante, la pequeña comunidad se estableció en Emmitsburg, Maryland, en el año de 1809. 

Un corazón que Dios conquistó

Así nació la primera congregación religiosa de los Estados Unidos: la Congregación de las Hermanas de la Caridad de San José, de acuerdo a la regla de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, dedicada a la educación.

Acompañada por diecisiete discípulas, Elizabeth hizo los votos el 21 de julio de 1813. 

La Madre Seton, como pasó a ser llamada después de la fundación, fue directora general de la Congregación hasta el final de su vida.

Buscando la formación de las monjas en el espíritu de Santa Luisa de Marillac y San Vicente de Paúl.

En cuanto a sus hijos, todos vivieron y murieron como buenos católicos. ¡Esa es la recompensa más grata para una madre! La salvación de sus hijos. Le costó muchas tribulaciones, pero valió la pena.

Annina y Catherine ingresaron a la congregación religiosa de su madre, aunque Annina murió a los diecisiete años de edad, después de emitir los votos. Rebecca, la menor, también murió en los brazos de Santa Elizabeth, tenía tan solo catorce años de edad.

Los dos hijos, Richard y William, se alistaron en la marina. El primero murió con veinticinco años. William se casó y tuvo siete hijos, entre los cuales uno fue arzobispo.

Al entregar su alma a Dios, el 4 de enero de 1821, Santa Elizabeth tenía tan sólo cincuenta monjas, dispersas por colegios y orfanatos. 

En el día de su canonización, 14 de septiembre de 1975, ya eran más de ocho mil, pues su Congregación se basa en la firme roca inamovible de la Eucaristía, bajo cuya sombra florecen los carismas y se solidifican las obras de Dios.

Oración:

Querida Santa Elizabeth Ann Seton, tú que transformaste tu vida por amor a Jesús en la Eucaristía, que supiste escuchar la voz de Dios en medio de las tribulaciones, y solicitar humildemente la orientación del Señor y de Mamita María para poder conducir a tus hijos por el camino de la verdad. 

Ruega por todos los matrimonios que están escuchando o leyendo este post, para que sepan imitar tus virtudes, para que ninguno nos acobardemos en la defensa de la fe.

Para que se fortalezca en nuestro interior un amor profundo a Dios eucarístico y que éste nos conduzca a ser un buen testimonio de vida cristiana para nuestras familias y otras personas.
Amén.

Leily Díazmacip

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