¿Sientes el peso del rencor en tu corazón? ¿Las viejas heridas te impiden avanzar y amar plenamente?
Por generaciones, la envidia, el odio y el rencor han sido herramientas que el “enemigo” usa para sembrar división y sufrimiento en la humanidad.
Se busca profundizar la brecha entre el ofendido y el ofensor, saboteando cualquier intento de reconciliación y evitando que las víctimas perdonen, incluso cuando el otro busca arrepentimiento.
El “padre de la mentira” no quiere que las relaciones sanen, ni que el amor triunfe. En su lugar, el rencor se esconde, procurando dañar aún más los lazos humanos, familiares y de pareja, sofocando la chispa del amor.
El dicho popular mexicano y la carga que impide amar
En México, existe un dicho muy popular que describe perfectamente cómo el rencor puede acumularse: “Ya me tienes el buche lleno de piedritas”.
Nuestros mayores lo usaban para expresar cansancio ante una situación, haciendo alusión a la forma en que las gallinas, sin muelas, tragan piedras para triturar los granos en su buche.
Es curioso cómo algunas gallinas tienen el buche tan inflamado que parece que va a reventar. Al ser irracionales, siguen comiendo y guardando piedritas hasta que, por un golpe o caída, se lastiman y explotan.
Así actúa el rencor en el alma humana: se acumula, incluso cuando nos engañamos a nosotros mismos y a los demás diciendo “todo está bien” o “no pasa nada”.
El rencor nos carcome por dentro, impidiéndonos sentir y dar amor.
Perdonar: Una decisión liberadora para amar
Para la mayoría, reconocer el daño recibido es difícil, y aún más, tomar la firme decisión de perdonar.
A menudo, guardamos ese rencor hasta que, en una oportunidad, lo soltamos de golpe, como una flecha afilada llena de todo lo acumulado.
Pero este acto, aunque parezca una liberación, solo perpetúa el ciclo de dolor y nos aleja del amor verdadero.
¿Cuántas veces debemos perdonar? La respuesta de Jesús y el Amor Infinito
Quizás te has preguntado: “Señor, ¿Cuántas veces debemos perdonar?” La respuesta de Jesús es sorprendente: “70 veces 7”.
Esto no es un número literal, sino una invitación a dejar atrás los rencores y la venganza de forma ilimitada, abriendo el corazón a la posibilidad del amor incondicional.
Implica también un manejo consciente de las emociones, que si bien no siempre se controlan directamente, son actos del hombre que podemos transformar para vivir en el amor.
El sacramento de la reconciliación: Un camino a la paz y al amor de Dios
Para los católicos, el sacramento de la reconciliación ofrece una oportunidad única para encontrar la paz y experimentar el amor de Dios.
Es ahí donde el alma puede descansar al pedir perdón por los rencores escondidos y guardados, y además, recibir consejo para aprender a perdonar. Este acto de entrega nos acerca al amor divino y nos capacita para amar a los demás.
El perdón es un don de Dios, concedido incluso antes de nacer. Jesús no vino por los sanos, sino por los enfermos, los que necesitan sanación en su alma para poder amar y ser amados.
“Yo perdono pero no olvido”: Un dicho que cierra las puertas al amor
El dicho popular “Yo perdono pero no olvido” no es cristiano. Dios conoce todos nuestros pecados, pero cuando los confesamos y pedimos perdón, los borra para siempre.
Esta es la expresión máxima del amor divino, que olvida nuestras faltas para que podamos ser libres.
Recuerda las palabras: “A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados…” y “Perdóname Padre, he pecado contra el cielo y contra ti…”
El perdón cristiano va más allá del olvido; es una liberación profunda que nos permite sanar, restaurar nuestras relaciones y abrirnos completamente al amor.
Cuando perdonamos, no solo liberamos al otro, sino que nos liberamos a nosotros mismos para amar sin reservas.
¿Estás listo para liberar tu “buche de piedritas” y permitir que el amor divino inunde tu vida? Te invitamos a reflexionar sobre el poder transformador del perdón en tu día a día.
Oración:
Señor Jesús, enseñanos a perdonar como tú perdonas, a ser misericordiosos como tú lo eres. Que podamos ser reflejo de tu amor para nuestros hermanos que sin saberlo te buscan. Amén.
Héctor Hernandez.
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