«Fidelidad conyugal». La misma libertad con la que el hombre y la mujer pueden sentirse elegidos por Dios para disfrutar de los derechos del matrimonio, los hace ser responsables de las obligaciones que conlleva el juramento de mutua fidelidad hasta la muerte.
Sólo viviendo así, en la libertad como hijos de Dios, se evita ser esclavos de los propios caprichos o los de otras personas.
Amor y libertad
Una pareja es libre para entrar al matrimonio, y no debe tener presión alguna al tomar esa decisión tan importante y trascendente.
Sin embargo, tanto el hombre como la mujer deben ser conscientes de que, una vez que asumen el derecho a convivir en la intimidad y exclusividad con su cónyuge, ambos adquieren el compromiso indisoluble de fidelidad, asumido libre y voluntariamente.
Ésta es la riqueza y la fuerza del vínculo matrimonial: Amor y libertad, que se van manifestando en la respuesta cotidiana de unidad y mutua ayuda entre los esposos. Así nace la familia, siempre bendecida por Dios.
Un hombre y una mujer muestran su valor y dignidad como personas, tanto cuanto son capaces de cumplir la palabra dada.
Sin embargo, la promesa matrimonial es un acto de confianza y de humildad realizado ante Dios.
De modo que, lo que los seres humanos a veces no sabemos cumplir, Dios nos lo recuerda permanentemente y nos auxilia para cumplir todo lo que prometimos.
El matrimonio constituye una íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el creador y provista de leyes propias.
Esta comunidad se establece con la alianza del matrimonio, es decir, con un consentimiento personal e irrevocable. Los dos se dan definitiva y totalmente el uno al otro. Ya no son dos, ahora forman una sola carne.
La alianza contraída libremente por los esposos les impone la obligación de mantenerla una e indisoluble.
“Lo que Dios unió, no lo separe el ser humano” (Mc 10,9)
La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es siempre fiel: Cumple plenamente su palabra y es permanente en sus promesas.
El sacramento del matrimonio hace entrar al hombre y la mujer en la fidelidad de Cristo para con su Iglesia. Por la castidad conyugal dan testimonio de este misterio ante el mundo.
Fidelidad conyugal
San Juan Crisóstomo sugiere a los jóvenes esposos hacer este razonamiento a sus esposas: “Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida.
Porque la vida presente nos es dada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada; pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú tienes”.
Invoquemos al Espíritu Santo con grande fervor, ya que él ha encendido en cada uno de nosotros desde el bautismo la llama del amor que no se apaga.
Así aprenderemos a amar con alegría y a perseverar en el camino del Señor.
No dejemos que nada ni nadie nos desanime para amar con fidelidad, como Dios espera de nosotros.
Fuente: Catholic.net
Oración
Padre, te pido por quienes han entendido esta llamada a la vocación del matrimonio, envíales tu Espíritu para que sepan elegirse cada día.
Acompáñalos en las adversidades que se les presente, que en medio de la tempestad, fijen siempre su mirada en ti, para que así, la calma vuelva pronto a su matrimonio.
Enséñales a custodiar su amor, que siempre se consagren a ti. Amén.