La oración es fundamental para fortalecer nuestra relación con Dios, nuestro diálogo con él.
Sin embargo, puede ser que nos cueste a veces porque estamos acostumbrados a repetir las oraciones que de pequeños aprendimos, no digo que esas oraciones estén mal, pero orar va más allá de solo repetir o aprenderse una oración.
Santa Teresa de Jesús decía que orar es: “tratar de amistad con aquel que sabemos que nos ama”
Pero, ¿Realmente somos conscientes de ese amor?, quizá si empezamos a sabernos verdaderamente amados por nuestro Padre Dios y a vivir ese amor, se verá reflejado en nuestra oración en la manera que nos dirigimos a Él.
Si bien Jesús nos enseñó a orar al Padre con la oración del Padre nuestro, que me parece una oración muy bella y que además en comunidad realmente se siente esa hermandad que nos une a ese Padre Creador y amoroso.
También orar es tener esas pequeñas charlas con Dios de corazón a corazón, a mí me gusta platicarle lo que siento, lo que vivo, con la confianza de que es mi Padre y que me ama infinitamente.
Que sé que me conoce pero que además no me juzga, me escucha con mucha atención y que cuando estoy triste o pasando por un momento difícil me abraza.
Y me contempla con una mirada que desborda amor, si estoy alegre, sé que se alegra conmigo.
Existen muchas formas de hacer oración:
Esta puede ser de forma verbal o escrita, cantada con ayuda de alguna alabanza, meditada con ayuda de la palabra de Dios y entrando en ella, imaginándonos en ese lugar.
Tomando las palabras de Jesús que nos habla de manera personal, tratando siempre de hacer silencio para escuchar aquello que Él nos quiere comunicar.
Puede ser que tengas un momento para ir a orar frente a Él en el santísimo que sería lo ideal, pero en el caso de que no puedas acudir todos los días, no te preocupes que en lo ordinario podemos hacer cosas extraordinarias.
Con esto me refiero a que podemos parar un momento en nuestras actividades del hogar, en nuestra jornada laboral y tener un momentito:
A solas para platicar con el Amado
Quizá hasta haciendo una oración de ofrecimiento cuando estamos atravesando un momento difícil, puede ser que tengamos una junta que nos preocupa o que haremos algo que sabemos que nos cuesta trabajo.
Quizá hay alguna persona con la que nos cuesta mucho convivir en el trabajo, la escuela o hasta en nuestra familia, y es ahí en donde la oración puede dar muchos frutos.
En un taller de oración al que tuve oportunidad de ir, un fraile Carmelita descalzo nos decía que si bien no es posible que estemos en oración todo el día debido a nuestras actividades es decir en cuanto a hacer varias pausas.
Siempre podemos hacer de esas mismas actividades una oración y que el secreto estaba en hacer todo con amor, ofreciéndole a Dios todo cuanto teníamos y hacíamos, guardando todo en nuestro corazón y meditándolo.
Justo como nuestra Madre La Virgen María, quien nos enseña ese modo de orar desde lo más profundo.
La oración nos permite entrar en contacto con Dios, nuestro Padre y creador, con Jesús nuestro salvador y el Espíritu Santo quien nos funde en el fuego de su amor, la santísima trinidad que habita precisamente en nuestro corazón.
Oración:
Padre bueno, gracias por permanecer a mi lado, por escucharme en todo momento, que no me canse nunca de buscarte, de platicar contigo y tener esos ratitos de Padre e Hija, de dejarme amar por ti, que me permita también esos momentos de soledad y silencio para escuchar tu voz en mi interior.