¡No te olvides vivir, antes de morir! » Catholizare

.

¡No te olvides vivir, antes de morir!

El Día de Muertos nos invita a mirar la vida con otros ojos. No para temerle a la muerte, sino para atrevernos a vivir de verdad.

Hay frases que se quedan grabadas en la piel del alma. La mía fue esta: “Nunca pensé que me podría pasar a mí.”

Tenía 18 años cuando mi padre murió en un accidente automovilístico, repentinamente, a sus 46 años.

Estaba sano, lleno de proyectos y con la mitad de la vida por delante. En un instante, todo cambió.

Ese giro inesperado me enfrentó, por primera vez, con la fragilidad de la existencia.

Descubrí que la vida no nos pertenece, solo se nos presta. Y que pensar en la muerte no es pesimista: es un acto de lucidez.

Psicólogos católicos 19
Psicólogos católicos 19

Hablar de la muerte —sobre todo en estos días en que México la honra con flores, velas y pan de muerto— debería llevarnos a una sola reflexión: ¿estamos viviendo o solo sobreviviendo?

Cuando la vida aprieta, cuando un golpe inesperado nos detiene, surge la pregunta más incómoda: ¿qué estoy haciendo con mi vida?

Nos pasamos los días corriendo detrás de la rutina, creyendo que siempre habrá un “mañana”.

Pero basta una llamada, un accidente o un diagnóstico para recordarnos que ese “mañana” no está garantizado. Vivimos tan ocupados que confundimos movimiento con sentido.

Parece que hoy en día padecemos el síndrome de la vida ocupada, ese en el que no hay tiempo para sentir, pensar ni mirar a los ojos.

Vamos deprisa, llegamos tarde a donde nunca pasa nada, y al final del día nos invade el vacío de haber estado en todas partes, menos en nosotros mismos.

Por otra parte, parece que nos volvimos adictos a la urgencia, pero profundamente analfabetos del silencio y la calma.

Lo que parecía urgente deja de serlo, y lo que habíamos postergado —amar, perdonar, disfrutar, servir— se vuelve esencial.

El filósofo Michel de Montaigne decía: “Filosofar es aprender a morir.” Yo añadiría que también es aprender a vivir con conciencia, de forma plena.

Porque cuando recordamos que somos finitos, dejamos de vivir en automático y empezamos, por fin, a despertar.

La muerte, maestra de vida.

La muerte tiene una pedagogía que la vida a veces no logra: enseña el valor del tiempo.

Nos recuerda que cada amanecer es un regalo, no un derecho.

Y si escuchamos con atención, parece susurrarnos: “No gastes tu vida corriendo detrás de lo que poco importa.”

Pensar en la muerte no es un acto de desesperanza, sino de madurez. Es comprender que el verdadero drama no es morir, sino no haber vivido plenamente.

La apuesta debería ser por vivir. Por eso, mientras llega nuestro turno, vivamos con intención. Que no sea la prisa quien marque el ritmo, sino el sentido.

Recordar a los que se fueron no debería limitarnos a ponerles flores. Debería impulsarnos a revisar la manera en que estamos viviendo.

Porque pensar en la muerte no nos apaga, sino que nos enciende. Nos devuelve perspectiva y sentido.

Algunos prefieren no pensar en ella por miedo o superstición. Sin embargo, hacerlo nos permite reconciliarnos con lo que somos: seres finitos con posibilidad de eternidad.

Y esa conciencia, bien vivida, nos invita a actuar con más amor, más gratitud y menos prisa.

Con el tiempo entendí que hay tres áreas que nos ayudan a recuperar el rumbo y a vivir con propósito. En esta ocasión te las quiero compartir, para volver a la vida:

1. Percepción: reconocer lo que es, sin negarlo ni maquillarlo. La muerte de mi padre fue, sin duda, una herida, pero también una oportunidad de ver la realidad con nuevos ojos.

2. Discernimiento y acción: tomar decisiones que reflejen lo que verdaderamente valoramos. El dolor puede paralizarnos o impulsarnos; la elección siempre es nuestra.

3. Voluntad: sostener en el tiempo lo que el corazón ya decidió. Porque el propósito no se descubre de golpe; se construye día a día, con constancia y esperanza.

navidad, seres queridos, duelo, pérdida, fallecimiento

Solo cuando integramos estas tres dimensiones, la vida recobra su sentido profundo.

Comprendemos que la muerte no nos quita nada esencial; simplemente nos enseña el valor de cada cosa.

Por eso me gusta pensar en la siguiente fórmula: “Tiempo finito, propósito infinito”. Pensar en la muerte no debería entristecernos, sino despertarnos.

Nos recuerda que la felicidad no está en “tener más”, sino en vivir con coherencia, amar sin miedo y servir con alegría.

Séneca escribió: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.”

Y tenía razón. Cada día que dejamos pasar sin mirar el cielo, sin agradecer, sin abrazar, es tiempo que no vuelve.

La muerte no llega para quitarnos la vida, sino para recordarnos que aún la tenemos.

Mientras el corazón siga latiendo, tenemos la oportunidad de cambiar, de sanar y de dejar una huella en lugar de solo cicatrices.

Porque, como dice Mario Alonso Puig: “Vas a llegar al mar, te pongas como te pongas.”
Y si el destino final es el mismo para todos, hagamos que el viaje valga la pena.

Recuerda: “Pensar en la muerte no es pesimismo, es una forma profunda de aprender a vivir.”

Soy Sergio Cazadero y te quiero compartir, cómo hacer para crecer.

MCEF Sergio C, Sergio Cazadero (Mentoría)

Agenda tu cita con este profesional en solo 3 pasos, dando click aquí.

Sergio Cazadero

¿te gustó este post?

PSICÓLOGOS CATÓLICOS.

Recuerda que, si has intentado hacer algún cambio y no lo has logrado, o estás pasando por algún momento de dificultad; existen profesionales (Psicólogos Católicos), que pueden ayudarte a trabajar en ello.

Un Psicólogo Católico es un profesional de la Psicología, con un enfoque científico, fundamentado en la antropología cristiana-católica.

Psicólogo Católico. Terapia de pareja. Terapia familiar. Terapia individual.

Tabla de contenido

Entérate de nuestras publicaciones

Artículos relacionados