Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo
¿Cuántas veces hemos escuchado o incluso repetido esta jaculatoria, quizá no realmente desde nuestro corazón?
Aprovechando que este mes es dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, me gustaría profundizar un poco en esta hermosa jaculatoria, para bajarla de la mente al corazón.
¿Y cómo es el corazón de Jesús?
Empezando desde la infancia de nuestro Señor Jesús, su corazón era distinto y único comparado incluso con el de algunos adultos.
Esto lo podemos constatar en la Palabra de Dios cuando la Virgen María y San José después de haberle perdido, lo encuentran en el templo en medio de los doctores a quienes por cierto tenía admirados con su inteligencia, ocupándose de las cosas de su Padre (Dios).
Es decir que desde muy pequeño en sus acciones reflejaba el primer mandamiento que es AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS.
Después de esta situación el vuelve con sus padres a casa, siendo un niño que los respeta en incluso, me gusta pensar la manera en la que Él mismo les hablaba de Dios a ellos.
Cómo se dirigía a ellos sin quitarles la autoridad de padres aquí en la tierra, aprendiendo el oficio de San José, ayudando a la virgen María en las actividades del hogar.
Siendo obediente no solo a la voluntad de Dios, sino también a sus padres aquí en la tierra.
Podríamos analizar de esta forma cada uno de los mandamientos de la ley de Dios.
Porque el corazón de Jesús obedeció cada mandamiento, pero lo resumiré de la manera en la que el mismo Jesús lo hizo en Mateo 22 37-39 cuando dijo:
“Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Que belleza pero que difícil se escucha.
Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestra identidad como Hijos AMADOS de Dios,.
Esto a veces cuesta un poco cuando hemos tenido carencias o heridas de la infancia en donde la imagen del amor paternal se ha visto afectada.
Por eso la importancia de buscar ayuda para reconocerlo y empezar a sanar.
Lo segundo que debemos hacer es aprender a mirarnos con los ojos de Dios, aprender a amarnos sabiendo que no somos perfectos pero que Dios nos va transformando con su amor.
Tercero y último, también ver a nuestro prójimo con la mirada de Dios, como otro hijo al que también ama con locura y que además es nuestro hermano a quien yo también debo amar y respetar su dignidad de hijo.
Así es como Jesús nos enseña que siendo obedientes a la ley de Dios con humildad.
Entonces verdaderamente podremos tener un corazón semejante al de Él, solo así sabré y pode amar al otro, ver su necesidad, conmoverme y entonces actuar con el corazón desbordando de amor.
Jesús soportó las peores humillaciones camino al calvario, murió en la cruz para salvarnos y aún en el sufrimiento no hizo más que amar, perdonar y hacer la voluntad del Padre,.
Entonces también la petición en la jaculatoria nos enseña que en nuestro corazón debemos amar incluso cuando más nos cuesta.
Entonces más allá de solo repetir la jaculatoria pensemos vivirla desde lo más pequeño y simple hasta en lo más grande y complejo.
No será fácil pero de la mano de Jesús y los sacramentos, nuestro corazón se irá transformando, podremos decir de manera más consciente: