¿Qué es lo que no se tiene, que hace falta, qué es lo que necesito y no encuentro?
El hombre, como ser religioso, busca en lo profundo de su ser respuestas que alivien esa inquietud que lo acompaña desde tiempos inmemoriales.
En la búsqueda constante de significado y plenitud, nos encontramos inmersos en un mar de aflicciones que, en ocasiones, nos paralizan.
Hemos intentando resolver la afición interior poniendo un velo a través de gozo efímero con los sentidos, pero esa sed no se apaga.
Cada paso en este viaje interior nos lleva a confrontar nuestras emociones más profundas y a encontrar el verdadero sentido de nuestra existencia.
La aflicción interior
Ese sentimiento de desamparo y vacío, forma parte inherente de nuestra condición humana.
Nos enfrentamos a miedos que nos paralizan, a ansiedades que nos consumen y a una sensación constante de insatisfacción.
El miedo a la muerte, el deseo insaciable de resolverlo todo y los vaivenes incontrolables de la vida nos mantienen en un estado de constante búsqueda, intentando saciar una sed que parece insaciable.
Sin embargo, en medio de esta tormenta emocional, emerge el misterio divino como un faro de esperanza.
En la promesa de paz que nos ofrece, encontramos la posibilidad de trascender nuestras aflicciones y hallar un sentido más profundo a nuestra existencia.
La paz, como manifestación del misterio divino, se convierte en el anhelo más profundo del ser humano, en la búsqueda constante de unión con algo superior a nosotros mismos.
Es en esta búsqueda de unión donde radica la esencia misma del ser religioso.
Por lo tanto, más allá de las instituciones y los rituales, ser religioso implica una necesidad innata de vinculación con lo divino.
Ya sea a través de la fe, de acciones humanitarias o de gestos que trascienden lo tangible.
Referencia absoluta
Es un llamado a encontrar una referencia absoluta en medio del caos, una guía que nos oriente en nuestro camino hacia la plenitud y la felicidad.
En Jesucristo encontramos un ejemplo de entrega y servicio que nos invita a trascender nuestro propio egoísmo y buscar la plenitud del otro.
La verdadera felicidad, nos recuerda, reside en el acto desinteresado de amar y servir, en encontrar nuestra realización en la entrega por los demás.
Cinco vías de escape sanas para decir adiós a la aflicción que nos ahoga y paraliza:
1. Busca el silencio del corazón. El silencio del corazón implica un silencio mental, es decir, vaciarse.
Cultiva la práctica de la oración y la contemplación: Dedica tiempo diariamente para conectarte con lo divino a través de la oración y la contemplación.
Establece un espacio tranquilo y recogido donde puedas comunicarte con Dios y abrir tu mente y corazón.
2. Busca la presencia divina en cada momento. Reconoce la presencia de lo divino en cada aspecto de tu vida cotidiana.
Observa los pequeños milagros y las bendiciones que te rodean, y aprende a encontrar la grandeza oculta en medio de las situaciones difíciles.
Cambia tus pensamientos negativos por positivos: Presta atención a tus pensamientos y sé consciente de aquellos que te generan aflicción y ansiedad.
Practica la gratitud diaria, enfocándote en las cosas buenas que te rodean y en las bendiciones que tienes en tu vida.
3. Cuida tu bienestar físico: El ejercicio regular, una dieta equilibrada y un adecuado descanso son fundamentales para mantener un estado de ánimo positivo y reducir la aflicción.
Encuentra una actividad física que disfrutes y haz de ella una rutina.
Prioriza el sueño reparador y alimenta tu cuerpo con alimentos nutritivos que te den energía y vitalidad.
4. Busca apoyo emocional: No tengas miedo de pedir ayuda cuando lo necesites.
Comparte tus preocupaciones y sentimientos con amigos cercanos, familiares, un profesional de la salud mental o la dirección espiritual (acércate a la confesión).
El apoyo emocional y la expresión de tus emociones te ayudarán a aliviar la carga que llevas y a encontrar nuevas perspectivas sobre tus desafíos.
Aprende a confiar en el plan divino y a entregarte a Su voluntad, sabiendo que Él siempre tiene lo mejor para ti, incluso en medio de las pruebas y tribulaciones.
5. Pureza de corazón: Estar dispuestos a escuchar aquella realidad que llamamos Dios, sin poner ninguna interferencia, sin ansias de encontrar algo.
Es decir, generar vacíos para estar abiertos a la realidad y contactar con eso.
Sin la pureza de corazón solo estaríamos proyectando en la realidad nuestras propias preocupaciones, mortificaciones, etcétera y eso nos impide ver con claridad.
Al implementar estos consejos en tu vida diaria, estarás dando pasos firmes hacia el:
Adiós definitivo a la aflicción que te paraliza permitiéndote vivir con mayor plenitud y serenidad.
Sin embargo, la aflicción que nos paraliza, encuentra su verdadero antídoto en la búsqueda sincera de unión y pertenencia con lo divino
Más allá de las palabras y los dogmas, es en la experiencia personal donde encontramos la certeza de la existencia de algo más grande que nosotros mismos.
Es en esa comunión con lo divino donde hallamos el verdadero sentido de nuestra existencia, donde la aflicción se transforma en paz y la búsqueda se convierte en encuentro.
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