¡Tu vida es más!
Escuchar que tenemos una identidad, que somos hijos muy amados del Padre desde toda la eternidad es transformador y revelador, recuerdo que mi vida tuvo un antes y un después de saber que era hija de este Padre que me ama desde siempre y sin condiciones. Una Vida Eterna.
Él no sólo nos dice que somos sus hijos sino que nos ha dado la mejor de las herencias. (Dirán algunos por allí… A ver a ver, pongo atención, eso sí me interesa). Cuál herencia?
Nos da su misma vida y su mismo amor
Seguramente han visitado algún museo, ¿Han visto que todas las pinturas tienen firma de quien las pintó?, es un sello particular de su creador.
Así, nosotros tenemos unos distintivos muy especiales.
¿Te has dado cuenta cuánta sed tiene el hombre de eternidad?
La medicina se ha invertido años para lograr que vivamos más, y no sólo eso sino que también luzcamos siempre jóvenes. Acá entre nos, mi crema antiarrugas se llama ”Eternal Secret”.
Nos pasa similar con el amor. Anhelamos que alguien nos ame para siempre y de forma incondicional, no nos conformamos con cualquier amor.
Hay quien hasta hace una lista para ir descartando a sus prospectos. Nos dice en 1a Jn 4, 7 “Todo el que ama ha nacido de Dios y es de Dios”
Esos son nuestros distintivos, algunos signos que podemos ver en nosotros y descubrir que Dios nos ha creado para su amor, para la vida eterna.
Sólo Dios puede regalar esta vida
Dice en Sabiduría 2, 23 “Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su mismo ser” ¿Para la inmortalidad? Es decir para no morir jamás. ¡Wow! Estas palabras son muy fuertes, esto de ser inmortales, honestamente no siempre nos lo creemos.
Me acordé de un cuento de unos gemelitos en gestación que estaban platicando en la panza de mamá. Uno le dice al otro:
¿Tú crees en la vida después del parto? y el otro le responde.
Pero claro. Estamos aquí en el vientre para fortalecernos y prepararnos para lo que nos espera más allá.
Le responde su hermano: Es una locura que pienses eso. ¿Cómo podríamos estar fuera del útero? Eso es imposible, además no tenemos ningún testimonio de esa otra vida. La vida termina en el parto y hay que aceptarlo.
A lo que dice: No sé exactamente cómo será esa vida postparto, pero me gusta creer que en la próxima vida veremos a nuestra Madre y ella nos cuidará.
¿”Madre»? responde el otro. ¿Quieres decir que crees en «Madre»? Ah! ¿Y dónde está?
Su hermano le dice: Gracias a la Madre que nos da vida, gracias a ella vivimos. Sin ella, no estaríamos aquí.
-¡Esto es absurdo! Nunca he visto a ninguna Madre, así que es obvio que ella no existe.
-A veces cuando todo está en calma, yo escucho susurros cuando nos habla, música cuando nos canta. No me dirás que no sientes cuando acaricia nuestro mundo. Estoy seguro de que nuestra vida real comenzará después del parto …
¿Les suena familiar el cuento? Nos dice en Pe 1, 3-4 “Ustedes son partícipes de la naturaleza divina”
La vida eterna es la verdad central de nuestra fe
Dios que sabe que muchas veces somos como ese gemelo incrédulo, nos ha dado signos visibles para que podamos palpar su amor.
Dios está presente en medio de esta vida terrenal, Él no es indiferente a lo que vives y se manifiesta a través de los sacramentos para que a través de ellos le conozcamos, son 7: Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Reconciliación, Matrimonio, Sacerdocio y la Unción de los enfermos, podemos palpar la vida eterna.
En estos signos, nos da un pedacito de cielo.
Nos falta ponernos los lentes de la fe para descubrirlos, para vivirlos en plenitud. Dice en Hebreos 11, 1 “La fe es es la certeza de cosas que no se pueden ver”
Por ejemplo, para el Sacramento de la Eucaristía, hay una oración que dice: “Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo esas apariencias.
Al juzgar de ti, se equivocan la vista, el gusto el tacto, pero basta el oído para creer todo lo que ha dicho el hijo de Dios”.
Muchos nos critican porque dicen que si creyéramos que Dios está realmente presente en ese pedacito de pan los templos estarían repletos de gente.
La vida eterna es contemplar con ojos de la fe, poder ver más allá, descubrir que es una realidad que sucede.
Un milagro cuando el sacerdote impone sus manos sobre el pan y el vino, ocurre un milagro.
La vida es un estado de vida superior que se descubre y desarrolla a través de la Fe
Es decir, no tenemos que esperar a morir, para empezar a vivir esta vida eterna que Dios nos ha regalado.
La vida eterna la descubrimos y la vivimos a través de la fe. Jesús es quien vino a enseñarnos cómo disfrutarla desde ahora.
En Juan 3, 16 “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”
Que es disfrutar de la compañía, de la cercanía de Papá Dios, Jesús, el Espíritu Santo y de María, no volverte a sentir nunca más sólo, sóla.
Recuerdo que hace algunos ayeres, por allí de 2009 tuvieron que cerrar las Universidades por el brote de influenza.
Los que són más jóvenes quizá no lo recuerden, pero fue la primera vez que todos andábamos con cubrebocas.
En ese entonces tenía que hacer mi exámen profesional pero no te permitían llevar a nadie.
Muchas veces entran a las salas los papás, familiares, amigos. Pero en esa ocasión nadie podía entrar por las restricciones de afluencia.
Yo estaba muy nerviosa porque era algo nuevo para mí, me aterraba que me preguntaran algo que no supiera en fin… Entrábamos uno por uno a la sala. Cuando me tocó entrar a mí, me sentí plenamente acompañada, entré de la mano de Papá Dios, Jesús, el Espíritu Santo, Mamá María, no dejaron entrar a nadie pero yo entré con toda mi familia del cielo.
Fue una experiencia tan linda mi examen, me sentí tan feliz de tenerlos a ellos, en Especial al Espíritu Santo soplándome las respuestas que parecía que estaba tomándome un café muy a gusto con los maestros.
Esa ha sido una de varias experiencias en las que he sentido la compañía y cercanía de Dios.
La Vida Eterna se comienza a vivir ahora
Porque consiste en conocer a Dios que es Amor.
Decía San Francisco “Vive el cielo en la tierra” Esa es la herencia Divina, el gran regalo que nuestro Padre nos ha hecho. Ser hijos, tener desde ya esta relación cercana, cálida, fraterna con el Padre, con Jesús, con el Espíritu Santo.
Ahora ¿Cómo la disfruto? ¿Cómo hago eso? Dice en Jn 17, 3: “Y ésta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesus, el Cristo”.
Conocerte a ti. Con todo lo que implica conocerse.
Esas palabras me recuerdan cuando mi esposo y yo nos hicimos novios. Él vivía en Puebla y yo aquí en CDMX, que por cierto, curiosamente nos dio el flechazo en Guadalajara en un Encuentro Nacional.
No nos bastó ese día haber tenido una buena plática y darnos cuenta que hacíamos click, sino que era necesario seguir conociéndonos, seguir tratándonos.
No importaba si para eso teníamos que recorrer varios kilómetros. Viajábamos un fin de semana él, un fin de semana yo. Y bueno, los días entre semana se nos hacían largos para vernos.
Cuando nos separábamos, venía a nuestra mente la frase: “los corazones sufren la distancia”.
Lo mismo nos sucede con Dios. Algunos santos han comparado la relación de Dios con la relación de novios, no sólo por este tema de poner todos los medios para conocerse, sino que Dice San Josemaría Escriva.
“Los enamorados no saben decirse adiós: se acompañan siempre. ¿Tú y yo amamos así al Señor?”
Dios te ama tanto, ama tu vida de tal manera que te busca, sueña con que vivas una vida plena, feliz. Dios te dio esta vida para que la vivas con ojos de enamorado.
No sé si a ti te pasa, pero yo tengo días en los que despierto y siento que me falta algo, tengo como un hueco.
No es algo físico, sino algo espiritual. Experimento una especie de sed, me siento inquieta, como que algo me falta.
Cuando no tenemos esta cercanía con Dios, cuando estamos a distancia, nuestro corazón se va enfriando, nos desanimamos, vemos la vida sin mucho sentido.
Dice el Salmo 63, 2 “Tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma”
Necesitamos experimentar, conocer el amor de Dios, nuestra alma busca ese amor divino, eterno, estable, fiel, indefectible, busca esa cercanía, esa relación, con el amor mismo, con Dios. Dice Ct 3, 3 “Encontré al amado de mi alma, lo abracé y no lo soltaré más”
Esta vida en abundancia se vive en el amar. Ama y vivirás.
Y cuando nuestro corazón topa con este amor, nuestras actitudes cambian.
Nuestra vida se transforma, tenemos una actitud distinta, pues nos sentimos amados, con el corazón pleno, por eso podemos nuestras situaciones diarias de un modo distinto. Como que en automático nos brota amar.
Recuerdo que iba yo camino al trabajo y saludaba a todos con una sonrisa. Al policía del tren ligero, del metro, al señor de la limpieza. Pensaba cómo un buenos días puede cambiar el día de mi prójimo.
En fin, brotan las ganas de ayudar, de amar. Es que al sentirnos amados, brota más fácilmente en nosotros querer corresponder a tanto amor.
Es por eso que Dios ha grabado en nuestros corazones sus mandamientos que no son más que amar más y mejor.
No matarás, es amar al otro, cuidando de su vida. No mentirás, es respetar al otro no engañándolo.
Honrar a nuestros padres, es amarlos. Dicen que “Dios escribió en las tablas de la Ley lo que el hombre no podía leer en su corazón”. Ese llamado a amar en plenitud.
En Lucas 10, 25-28 un jóven le pregunta a Jesús: Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna? Jesús le responde: ¿Qué está escrito en la Ley? Haz eso y vivirás.
Es que amar es vivir
Sólo amando, tenemos vida en plenitud. Es lo que transforma el mundo.
Es un acto revolucionario. Dice en Juan 3, 14 “Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos.
Quien no ama, permanece en la muerte”. Nosotros mismos podemos mirarnos, con esa muerte espiritual, ver cómo están nuestros ambientes.
¿Cuántos matrimonios, cuántas familias se han destruído a causa de perseguir los honores, placeres, riquezas?
Por cierto, hablando de riquezas; seguramente han escuchado acerca de San Francisco de Asís.
¿Sabían que fue un comerciante rico que dejó todo cuando tuvo este encuentro fuerte con el amor? ¿Cómo le cambió la vida después de esto que vivió en pobreza el resto de sus días.
“No amontonen tesoros en la tierra, más bien amontonen tesoros en el cielo, porque donde está tu tesoro, está también tu corazón” Mateo 6, 19
A principios del mes de marzo mi abuela paterna falleció. Para mí fue muy voltear a ver todas las cosas, sus pertenencias y reflexionar que nada de eso se llevó. Se me hizo muy fuerte, Se fue sin nada.
Dice en Lc 12, 16-20 “Pero Dios le dijo:’ ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”
Mi abuela me dejó de herencia 2 cuadros que me encantaban desde niña y algunos libros muy lindos, pero más allá de lo material, mi herencia más grande fue su fe, su amor, su cariño, sus abrazos, su amor.
¿Si hoy Dios te llamara? ¿Si hoy fuera tu último día, qué dejarías?
Cuántas personas han comprendido que lo mejor es amontonar tesoros en el cielo. Por eso han dejado todo y se han consagrado.
Han decidido trabajar para que muchos vivan esta vida eterna desde ya. Se encontraron con este gran tesoro y tienen urgencia de repartirlo a todos.
Hace algunos meses escuché a un misionero que decía que recién que se había ido a vivir a casa de los misioneros le decía a Jesús:
“Quiero ir por todo el mundo, tocar todas las puertas del mundo, que todos te conozcan y tengan la oportunidad de encontrarse contigo como alguien me dio la oportunidad a mi” Llegar a la mayor cantidad de vidas posibles.
Este misionero de 36 años de edad muy querido por nosotros, partió a la casa del Padre hace algunos meses.
No alcanzó literalmente a tocar todas las puertas del mundo, pero dedicó los últimos 12 años de su vida a tocar corazones.
Fue testigo de cómo los rostros cambian de la tristeza a la alegría, cómo las vidas, las familias se reconstruyen y se llevó esa alegría, ese tesoro que nunca le será quitado.
Él trabajó para la eternidad. No podríamos medir hasta dónde llegará todo aquello que enseñó y predicó.
Seguramente a muchos rincones de la tierra, porque pasa como ese video de YouTube de los cerillos, se va viendo cómo se propaga el fuego, pues así el amor.
Queremos que arda esa chispa en ti, y que la lleves a tu familia, a tu pareja, a tus hijos, hermanos, en tu trabajo, a donde quiera que vayas.
Dice en Juan 17, 26 “Que el amor con que tú me has amado, esté en ellos”
Verbum Dei, quiere decir Palabra de Dios. Nosotros nos dedicamos a la oración y a la predicación de esta Palabra que da vida.
Esa Palabra que me rescató, salvó mi vida, la hizo nueva. Cuando tenía 21 años, me dedicaba a trabajar de sol a foco.
Con horario de entrada pero no de salida. Tenía problemas con mi familia, casi no los veía.
Hasta que justo me cuestioné gracias a la Palabra de Dios, si eso era lo que Dios soñaba con mi vida.
Decidí renunciar para tener un trabajo que me permitiera estar más con ellos. Hoy esa palabra me sigue rescatando, nos sigue rescatando como matrimonio, como familia.
Cuando tenemos dificultades o problemas, allí está presente dándonos la Palabra que necesitamos escuchar, aquello que nos hace falta trabajar.
Hasta de pronto aparecen retiros como este. Dios sabe todo lo que necesitas y pone los medios. ¿Te animas a vivir la vida eterna desde ya?