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Jóvenes, mensajeros de esperanza

«Jóvenes, sois el porvenir del mundo!» Beato Juan Pablo II.

Mi labor durante más de veinte años como maestra universitaria, no solo me ha brindado la oportunidad de dedicarme a la enseñanza y formación de las nuevas generaciones. «Jóvenes mensajeros de esperanza»

Sino también la maravillosa experiencia de renovarme día con día, por el trato cotidiano con los jóvenes, que me ha permitido adentrarme en el alma juvenil.

En mi transitar por las aulas, han sido muchas las generaciones de jóvenes que he visto pasar, junto con el transcurrir de la historia reciente de nuestro tiempo.

Son ya cerca de tres décadas de historia, donde hemos visto y de alguna forma participado en los cambios tan profundos que se han suscitado en las instituciones sociales, políticas y económicas.

Así como en la familia, en los roles sociales, en la educación y los valores.

Incluso, sintiendo por momentos, que la humanidad está perdiendo el rumbo en esta voragine de cambios acelerados que se dan en las diversas áreas del quehacer humano.

Más ante este panorama, que no pocas veces los adultos vemos con mirada pesimista, suspicaz y hasta retrograda.

Está en los jóvenes la esperanza y respuesta a las preguntas y retos de la humanidad de hoy, como lo decía en sus encuentros con la juventud, el Beato Juan Pablo II:

«Jóvenes, en el corazón y en las manos de ustedes está el destino de la humanidad».

En el alma de los jóvenes hay una sensibilidad, sed de verdad, de justicia y solidaridad, que les impulsa a no conformarse ciegamente con un orden preestablecido; a cuestionarse y permanecer fieles a un ideal.

Puedo decir, que el corazón del joven es de una gran nobleza, que se conmueve y actúa ante el dolor, las carencias e injusticias de la sociedad.

En todos estos años de mi trabajo con universitarios, he conocido jóvenes con un entusiasmo, entrega y compromiso ejemplares.

Lamentablemente también he visto jóvenes con heridas afectivas que les hacen comportarse a veces desconfiados, egoístas y hasta agresivos.

Pero hasta la fecha no he encontrado un joven que en su interior se haya enraizado profundamente la maldad, el egoismo y la desesperanza.

Hay jóvenes confundidos y alienados por un ambiente social y familiar desintegrado por carencias materiales y valores trascendentes que les guíen, pero no hay jóvenes con el alma rota y con el corazón endurecido.

Por eso, la juventud es una etapa fundamental en el desarrollo de la persona, pues una infancia desfavorecida puede ser un muchos casos, con la adecuada atención profesional y familiar, transformada hacia una juventud llena de promesas y proyectos.

Sin embargo,una juventud lacerada por la violencia, por la falta de educación y oportunidades de desarrollo.

Enajenados por una sociedad materialista y hedonista, puede ser el principio de un ser no para vivir alocadamente, ahogarnos en placeres, acumular cosas materiales y adorar a nuestro ego.

Nuestra vida, ante todo es un regalo de Dios, que se nos da como única oportunidad para alcanzar la vida eterna, para la que fuimos creados.

Nuestra vida es el único tiempo de que disponemos para aprender a dar, a compartir y a amar.

Por lo tanto, es crucial que reflexionemos sobre el sentido de nuestra existencia, para poder tener conciencia de que con nuestra muerte, se acaba nuestro tiempo para rectificar los errores.

Para perdonar, para dar, para afirmar el bien y la verdad, sobre el poder y seducciones del mal, que nos asechan tras una apariencia de felicidad.

Amigos, jóvenes mensajeros de esperanza, Encontrando en el amor, la plenitud

Tengamos presente que nuestra sed de felicidad y vida, solo puede ser colmada plenamente en Cristo, que por su gran amor hacia nosotros se hizo hombre y camina entre nosotros.

Alegrémonos, pues no estamos solos en el camino hacia la eternidad, Cristo nos acompaña, sostiene y guía, dando un auténtico sentido redentor a nuestra existencia de cada día, con sus alegrías y sufrimientos, éxitos y fracasos.

Por más dificultades que enfrentemos, seamos valientes y decididos para alcanzar la vida eterna. Guardemos en nuestro corazón, lo que el Beato Juan Pablo II, nos dijo en uno de sus mensajes: «Confien en Cristo.

Abran sus corazones de par en par a Cristo. No tengan miedo. 

Sean generosos, quien da poco, cosechará poco. El que da con generosidad recogerá cosecha abundante…».

Psic Adriana S

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Adriana Servín

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