Entrevista realizada por Lucía Legorreta a la psicóloga Verónica Thomassiny, miembro de la red de Psicólogos Catholizare. “¿Cómo saber si un niño padece de trastorno de ansiedad?”
¿Qué es el trastorno de ansiedad?
Me gustaría comentar que la ansiedad en sí misma no es mala.
La ansiedad es una emoción y como cualquier otra emoción, es normal, es natural y cualquier niño, al igual que cualquier otra persona, puede experimentarla.
Esto lo quiero dejar claro porque a veces cuando notamos una situación de ansiedad en un niño, pensamos que ya tiene un trastorno y no necesariamente.
Como cualquier otra emoción, la ansiedad tiene una función adaptativa que le va a permitir al niño ajustarse a una realidad.
¿Cuándo se puede comenzar a hablar de un trastorno de ansiedad?
Cuando la presencia de esta emoción ya no cambia, o sea si el niño se estanca en esa situación de ansiedad.
¿Con qué frecuencia sucede?
Las estadísticas hablan de que cada vez es más frecuente por los estilos de vida que llevamos.
Estilos de vida donde cada vez es más importante ser el mejor, donde no se nos permite equivocarnos.
Estilos de vida donde las redes sociales aparentemente nos mantienen más comunicados, pero al mismo tiempo nos mantienen cada vez más aislados.
Y esto, si bien es preocupante en todas las personas, yo diría que en el caso de los niños y de los adolescentes es todavía más grave.
Y si a eso le aunamos el hecho de que cada vez más las familias se desintegran, que los niños ya no tienen esta estabilidad que les debería dar la familia, etc.
Todo esto son factores que van incrementando día a día el hecho de que la ansiedad se esté intensificando en nuestros niños.
¿Desde qué edad están empezando a haber casos de ansiedad en los niños?
Con más claridad podríamos empezarlo a ver cerca de los 3 años.
Hay que entender también que hay periodos de la vida del niño, donde el miedo o la ansiedad pueden ser relativamente normal.
Por ejemplo, en niños pequeños, hasta aproximadamente los 3 años, es natural ver ansiedad ante la separación de la madre, del padre o de las figuras que los cuidan.
Esto lo vemos con mucha frecuencia y no nos está hablando de un trastorno, es parte del desarrollo del niño.
Por ejemplo, cuando yo llevo a mi hijo a la escuela y él se angustia, empieza a llorar, no quiere entrar a la escuela, etc.
Es normal; se podría decir que esto ya no está siendo normal, cuando por ejemplo, pasa un mes desde que ingresó a la escuela y el niño sigue con el mismo temor, con las mismas reacciones de ansiedad ante el hecho de que la madre lo deje.
El primer mes podríamos decir que es un periodo de adaptación, es perfectamente normal.
Pero pasando ese tiempo, esperamos que el niño ya haya identificado que este espacio es seguro para él, que no hay riesgos.
Podríamos decir que el niño ya no debería de tener ningún motivo para sentir ansiedad.
¿Cuáles vendrían siendo síntomas preocupantes?
La ansiedad se caracteriza o se va a alimentar de pensamientos, sobre todo cuando hablamos ya de una patología, de pensamientos catastróficos, donde la imaginación va ganando terreno.
Si yo me doy cuenta que estos pensamientos están ligados a una situación que estoy viviendo y que si yo hablo con el niño esto va disminuyendo, no hay problema.
Pero si estas situaciones se están convirtiendo en el día a día y los pensamientos más frecuentes de mi hijo son de temores, ansiedad, etc. ¡Ojo! esto ya no es normal.
Otra característica muy importante es cuando todo este tipo de pensamientos y la emoción de ansiedad, están limitando el desarrollo del niño en los diferentes ambientes.
Es decir, cuando no puede socializar por el temor a ser rechazado, cuando no se está desempeñando adecuadamente en la escuela porque no puede concentrarse, porque no quiere ir, por los miedos que tiene.
Entonces, cuando esta emoción empieza a afectar las diferentes áreas donde el niño se desenvuelve, ya podríamos decir que hay una situación que habría que tratar.
¿Qué otras cosas puedo observar?
Síntomas físicos como dolores de cabeza, dolores de estómago, por ejemplo, y que al ir al médico, éste me dice que no tiene nada y que aparentemente el niño está sano.
Esto ya me está hablando de que muy probablemente hay una somatización, es decir, que la cuestión emocional está impactando, se está traduciendo en síntomas físicos, en enfermedades, que me revelan que algo no va bien.
Si yo noto cambios importantes en su comportamiento, si el niño deja de jugar o deja de hacer cosas que a él le gustan, que a él interesan por estos miedos que tiene, sería importante ver qué está pasando.
Podemos notar alteraciones en la forma en la que come, puede ser que esté comiendo de más, puede ser que esté comiendo de menos.
Alteraciones en su sueño, sea que duerma de más o al contrario, que tenga problemas para conciliar el sueño, que tenga pesadillas frecuentes y muchas veces estas pesadillas están ligadas a estos temores que el niño tiene.
Puedo observar también berrinches, rabietas frecuentes.
Desinterés, que el niño se da fácilmente por vencido, que no intenta hacer cosas nuevas por temor.
La irritabilidad también es otro síntoma característico
Si empiezo a ver que mi niño no había tenido problemas en la escuela y de pronto la maestra me llama y me dice que está golpeando, que le contesta a la maestra, que no quiere trabajar, que está disperso.
Todo eso son señales de alarma y yo tendría que preguntarme qué está sucediendo en el entorno del niño, si hay cambios.
Y una cosa bien importante es mantener la comunicación, la comunicación en la familia.
Evidentemente al niño no le voy a explicar con lujo de detalles lo que está pasando o cuál va a ser el impacto.
Pero sí tengo que hablarlo y explicarlo al nivel del conocimiento y de la capacidad de comprensión que tiene el niño, porque si yo no lo hago, esto va a dar pie a este tipo de situaciones.
¿Qué se recomienda hacer?
Lo primero que yo recomendaría es justo esto, hablar con los niños, indagar qué es lo que les preocupa, conocer cuáles son sus temores.
Como adultos tratar de tranquilizarlos y explicarles lo que está sucediendo, muchas veces esto es suficiente para que la situación cese.
Pero si a pesar de ello yo veo que sus problemas siguen, entonces sí sería importante empezar a pensar en recurrir a un especialista.
Todas las emociones se alimentan o se generan a partir de los pensamientos, es decir hay un estímulo, yo veo algo, oigo algo, siento algo, y yo tengo que interpretar ese estímulo.
Esa interpretación que yo doy, va a generar al mismo tiempo una emoción; dependiendo de cómo es la interpretación, va a cambiar la conducta.
Si el niño aprende a ver todo de manera negativa, pesimista, etc., la probabilidad de que desarrolle ansiedad o depresión o algún otro trastorno va a ser más alto.
Porque no le estamos dando oportunidad de interpretar de una manera más positiva la vida que está viviendo.
¿Qué tanto la ansiedad en niños o la depresión se trata con medicamentos?
Entiendo que hay veces que la gravedad del asunto lo requiere, pero yo pondría una cosa.
Si la situación que me está generando el problema es a nivel emocional, un medicamento no lo va a solucionar.
El medicamento, para lo que me ayuda es a disminuir la sintomatología, para que el niño o la persona que está medicada pueda ser funcional y pueda obtener el mejor resultado de un tratamiento psicológico.
Es decir, en estos casos tendríamos que hablar de un tratamiento en conjunto.
Si yo nada más tomo la medicina, el día que la dejo mi problema emocional no ha quedado resuelto, es decir, la raíz del problema ahí está ¿qué tengo qué hacer?.
Quitar el problema de raíz, tendría que trabajar la parte emocional, y esa, la vas a trabajar con un psicólogo.
Lo que les pediría es justamente lo que ya hemos venido hablando: tener comunicación con sus hijos, tener apertura para escuchar sus inquietudes, aclararlas.
Tratar de tener una familia que sea segura para el niño.
A veces hasta el hecho de que tengan límites claros, que el niño sepa exactamente qué se espera de él, qué está permitido y qué no, porque cuando esto no se da, se genera mucha ansiedad en los niños.
El conocer a mi hijo es sumamente importante, si yo observo cambios importantes en su estado de ánimo, en las actividades que realiza, algo está pasando.
Conocerlos, preocuparme por ellos y mantener una comunicación abierta, creo que es esencial.
Extracto de la entrevista realizada a la Dra. Verónica Thomassiny, en el programa Retos femeninos, conducido por Lucía Legorreta.
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