¡Este último domingo del tiempo ordinario es increíble! Jesús nos invita a mirar nuestro corazón, todo lo que hay en él y lo que sale de él.
¡Y eso no es todo! También nos invita a hacer conciencia de lo que nutre ese corazón que Él ha puesto para amar.
Es evidente que en este tiempo lo que menos vemos es nuestro corazón. Y, a la vez, creemos que vemos el corazón de los demás.
Está claro que nos engañamos al decir que vemos e identificamos lo que le pasa al otro cuando no hemos sido aún capaces de identificar lo que pasa en nuestro interior.
Es cierto que a veces nos cuesta un poco expresar nuestras propias emociones, pero esto se debe simplemente a que no siempre estamos familiarizados con ellas.
En nuestra rutina diaria, nos encontramos con muchos factores que pueden distraernos y hacernos sentir menos presentes en lo que estamos experimentando en nuestro corazón.
Sin embargo, es importante reconocer que, en la era digital en la que vivimos, con un simple movimiento de nuestros dedos en el teléfono móvil, tenemos acceso inmediato a una amplia variedad de redes sociales.
Esto puede, en cierta medida, ocultar nuestras emociones sin que tengamos la oportunidad de nombrarlas o de entender cómo podrían afectarnos.
Con el paso del tiempo, esta emoción puede quedar oculta en lo profundo del corazón, lo que puede resultar doloroso.
Como cualquier herida que no se sana, puede comenzar a afectarnos.
En consecuencia, lo que emerge de nuestro interior puede ser tan negativo como lo que hemos experimentado en algún momento.
¿Qué abunda en tu corazón?
Jesús nos dice en Lucas 6 45, “…porque de la abundancia del corazón habla la boca.”, si de nosotros solo salen cosas malas es evidente que el mal predomina en el corazón.
No digo que no haya cosas buenas sin duda las hay, pero vamos a ejemplificarlo con el agua de limón, si yo le pongo más limón que azúcar.
Obviamente su sabor será más ácido, sin embargo eso no quiere decir que el agua no tenga en su composición azúcar, claro que la tiene, pero predomina el componente ácido.
Primero: Conoce tu corazón
Cuando sientas alguna emoción, en lugar de ignorarla o tratar de olvidarla, tómate un momento para sentirla, dale un nombre, descubre de dónde viene y cómo te hace reaccionar.
A mí me ha ayudado mucho tener un círculo gráfico de «sentimientos y emociones», porque a veces es difícil identificarlas, pero por algo se empieza y cualquier herramienta es útil.
Observa detenidamente cómo reaccionas ante la actitud del otro, ¿Te lleva a amarlo o a hacerle daño?
¿A corregirlo con humildad y caridad o a ponerlo en evidencia y humillarlo? También es importante reflexionar sobre nuestra comunicación interna y cómo nos hablamos a nosotros mismos.
Al empezar a mirar tu corazón, asumirás lo que hay dentro de ti, y con más conciencia identificaras aquello que hace falta sanar. Pide al Espíritu Santo que te ayude a ver en tu interior.
Segundo: Llénalo de lo bueno
Para llenar nuestro corazón de sentimientos y actitudes buenas, debemos acudir al AMOR mismo, en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
No podemos pretender que el mundo nos llene de lo bueno, porque nosotros mismos no estamos hechos para el mundo sino para el Reino de Dios.
Por ello nuestra conversión de corazón solo la encontraremos en Él, por ello nuestro corazón deberá estar más en el silencio para el encuentro con nuestro creador y Padre, en la oración y en los sacramentos.
Visitando a Jesús Eucaristía, no hay mejor lugar para abrir el corazón y mirarlo como Él lo mira.
¡El primer periodo de tiempo ordinario toca a su fin! Esto significa que estamos a punto de entrar en la Cuaresma con un corazón listo para la verdadera conversión.
Caminemos con esperanza en este año jubilar tan especial.
Oración
Señor, ayúdanos a llenar nuestro corazón de sentimientos buenos, que sea un corazón que rebose de fe, esperanza y caridad, acudiendo siempre a ti.
Porque solo de aquel que es infinitamente bueno y el amor mismo, podemos llenarnos de lo que hace realmente un corazón bondadoso y capaz de hacer la voluntad del Padre. Amén
Autora: Gabriela Sarai Padilla Brizuela