El matrimonio es el sacramento en donde gran parte del tiempo se practica el perdón. Esto ocurre porque somos dos personas diferentes, imperfectas, con criterios, educación, costumbres, tradiciones distintos.
Cuando nos casamos, así como cada uno tenía su equipaje en mano, también cada uno llevaba consigo su maleta de emociones, sentimientos y experiencias. Cada quien con una historia de vida propia, pero con una gran determinación de amar.
Al hacer nuestros votos decidimos: «AMARNOS Y RESPETARNOS TODOS LOS DÍAS DE NUESTRA VIDA». Pero aunque lo prometimos en el altar y teniendo a Dios como testigo, podemos ver que no ha sido fácil. Miramos que este tiempo que llevamos de casados, hemos tenido tropiezos.
Quizá, han habido discusiones, desacuerdos, malos entendidos. Si lo miramos con los ojos de Dios, veríamos OPORTUNIDADES para que en lugar de discutir, aprendiéramos a amarnos cada día más. El matrimonio es un llamado al amor constante, al perdón, compromiso, a la paciencia, tolerancia.
Dios en el altar, al sellar nuestra unión, nos ha hecho UNO.
En lo cotidiano, como pareja, vamos descubriendo y configurando esa unidad: «Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre» Mateo 19, 6.
A quien mucho se le ama, mucho se le perdona.
¿Has escuchado esta frase? La encuentras en Lucas 7, 47. ¡Qué verdad tan grande!
Esta unión, EL MATRIMONIO se trata de amar, es decir, de perdonar.
Así es, amado y santo suscriptor: esta unión se trata de amar; pero no hablamos de cualquier amor, sino de ese amor que se da entre los esposos, que aspira a la eternidad.
Ese amor que se ha jurado, que es permanente. En las buenas, en las malas, en la salud, en la enfermedad, amándose y respetándose todos los días.
Es acerca de ese amor del que estoy escribiendo: ese amor que implica perdonar al otro.
Dios nos ama de tal manera que el acto más grande de amor por parte de Dios fue para perdonar nuestras faltas, como lo dice la Palabra de Dios:
“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Juan 3,16)
Tal como nos los recuerdan las Sagradas Escrituras (1a Juan 4,19). “Amemos, pues, ya que él nos amó primero”
Querido lector, usted ha sido amado y perdonado primero. Amado por Dios infinidad de veces y circunstancias. Le pregunto ¿ha experimentado auténticamente esa sensación de saberse perdonado por Dios?
Cuando nos acercamos al sacramento de la reconciliación, experimentamos una paz y tranquilidad en el alma. Si usted lo ha hecho, sabe el gozo que hay en su corazón al sentirse amado y perdonado. Siente como si se quitara un peso, una carga de encima.
Es más, sale sintiéndose libre, motivado a amar mejor a su prójimo.
Es esa fuerza, esa gracia que Dios nos regala. Nos libera del pecado, nos rescata del resentimiento, del rencor. Nuestro padre del cielo nos funde en su abrazo amoroso.
Dios le ama más que su imperfección, Dios lo ama sin condiciones.
Al leer esto, muy probablemente usted me preguntará: “¿Yo?, ¿y yo por qué tengo que perdonar a mi esposa(o) si me ha hecho esto u otro?” «Si me ha hablado de tal o cual modo» A lo que le puedo responder: Dese la oportunidad de mirar la dinámica que han generado, pues la relación es de dos.
Si su relación de pareja o su dinámica familiar se ha tornado compleja, recuerde que hay ayuda de profesionales (Psicólogos Católicos) que les pueden acompañar en dicho proceso.
Tiene la oportunidad de amar, sanar, perdonar, volver a empezar.
Hemos recibido tanto amor y tanta misericordia de parte de Dios que: ¿cómo no perdonar?
O ¿cree que sea mejor opción seguir guardando en su corazón rencores y resentimientos. Deteriorando aún más su relación y su dinámica familiar en lugar de comenzar de nuevo, dándose ambos la oportunidad de amar?.
Amado con ese amor que llena nuestros corazones hasta que rebosa nuestro tanque de amor y en ese amor.
Así, recordemos lo que rezamos en el Padrenuestro: “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
¡Vamos a la acción!
Estamos llamados a amar como Dios ama y a perdonar como Dios nos perdona. Sin embargo, reconocemos que las heridas más profundas, requieren un proceso de perdón más elaborado.
En la mayoría de las ocasiones es necesario tomar decisiones para evitar que las personas se sigan hiriendo y posteriormente comenzar a trabajar el proceso del perdón. Estas decisiones se analizan a partir de la dinámica que ambos cónyuges han generado.
Por todo lo anterior…
¿Listo para perdonar en el matrimonio?
Si has experimentado el amor y el perdón de parte de Dios, entonces lo estás.
Para entrar en acción, es importante una cosa más:
Que la emoción (enojo, tristeza o miedo) ya esté disminuyendo. Si no es así, ofrécele esta emoción a Dios y en oración cuéntale a nuestro Padre tu dolor, e incluso puedes ofrecerlo por el perdón de tus pecados. Una vez que haya pasado la emoción, entonces estás listo(a).
Ahora sí, salgamos a amar a nuestro esposa(o), para que en ese ejercicio le perdonemos.
Que esta sea la circunstancia más común en su matrimonio, pues esa será la medida del amor: “quien ama más, perdona más”.
Oremos por ti.
Quiero darte las gracias Padre bueno porque tu llamado a amarnos cada día más y mejor nos alienta en ésta vocación del matrimonio. Gracias porque nos has puesto la muestra con tu hijo Jesús, quien clavado en la cruz te dice: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» Lucas 23, 34
Ponemos en tus manos nuestros corazones para que descubramos el sentido profundo del perdón y la misericordia; pues tú Padre bueno, nos sueñas felices y plenos en nuestra vocación.
Te pedimos por el matrimonio de quien está leyendo éste post y por todos los matrimonios que están viviendo momentos de dificultad. Para que fortalecidos en ti, puedan superar cualquier adversidad. Amén.
Si quieres pedir o hacer oración por tu matrimonio o el de alguien más, visita nuestra sección. Pide y haz oración por otros.
Que la paz esté contigo.
Psi Jesús Ramos.