En días pasados les hablaba del sacramento de la reconciliación como sacramento de sanación y la importancia que tiene para nuestra salud espiritual.
Hoy me gustaría profundizar un poco más en la preparación para acercarnos a dicho sacramento.
Lo primero que debemos hacer es buscar en nuestro corazón ese deseo de reconciliarnos, reconocer que hemos actuado mal, con humildad y honestidad y entonces pasamos al:
Examen de consciencia
Cuando hacemos algo malo, nuestra conciencia no descansa, todo el tiempo ronda ese pensamiento en nuestra cabeza y algo en nuestro corazón nos dice que actuamos mal.
Por ello, antes de acercarnos a la confesión es necesario escuchar a nuestra conciencia, anotando esos pensamientos sobre nuestro mal actuar de pensamiento, obra y omisión.
En ocasiones creemos que si solo fue una idea de dañar al otro es decir “solo lo pensé, pero no lo ejecuté” pues entonces no hice daño.
Pero debemos ser sinceros, la mayor parte del tiempo es en nuestros pensamientos donde más dañamos al alma y a otros, ahí es en donde surgen primero nuestros actos para bien o para mal.
Primero lo pensamos y puede que lleguemos a ejecutarlo o no, pero de cualquier modo surgió de un pensamiento.
Si al final ese pensamiento fue también ejecutado, entonces se convierte en un pecado de obra.
En cuanto a los pecados de omisión, también es importante profundizar en ellos, ya que normalmente no los tomamos en cuenta en nuestro examen de consciencia.
Lo explicaré como lo hago con los niños en la catequesis, el ejemplo más claro es cuando vemos a alguna persona en la calle, y pasamos de largo sabiendo que podíamos ofrecerle algo de lo que Dios nos ha dado.
Y no solo me refiero a lo material, en ocasiones ni una sonrisa ofrecemos al otro, simple y sencillamente actuamos como si no existieran.
Otro ejemplo es cuando sabemos que alguien planea hacerle daño a otra persona, con algún comentario ofensivo, y esto se da mucho en relaciones de amistad o en la escuela, y decidimos callarnos en lugar de corregir con caridad, o de poner un límite.
Los pecados de omisión son muchos y pueden variar, espero que estos ejemplos ayuden a dar claridad.
También es importante ayudarnos de los 10 mandamientos, si cumpliéramos el primero de ellos, nos sería más difícil pecar.
Dolor de mis pecados
Es importante que después de haber realizado nuestro examen de consciencia, pidamos a Dios la gracia de sentir un verdadero dolor y arrepentimiento de haberle ofendido a Él, de lo que implica el pecado, el cómo nos separa del amor de Dios y no porque Él nos niegue su amor, sino porque nosotros nos negamos a recibirlo con nuestros actos.
Es importante pedir esta gracia, porque podríamos caer en el error de acercarnos al sacramento con una idea de “lo tengo o debo hacer” y no porque realmente nos sentimos arrepentidos y deseemos en el corazón esa reconciliación con nuestro Padre.
Propósito de enmienda
Una vez que pedimos la gracia de sentir un verdadero dolor por la ofensa a Dios con nuestros pecados, nos proponemos a no volverlo a hacer, es como cuando de niños nos decían “no toques, está caliente”.
No hacíamos caso hasta que sentíamos el dolor que una quemadura ocasiona en la piel, solo así entendíamos que no queríamos hacerlo más y pasar por esa sensación desagradable.
Cuando verdaderamente experimentamos ese dolor en nuestro corazón, entendemos que no queremos pasar otra vez por esa sensación de vacío que deja el negarnos al amor de Dios.
Confesión
Decimos al sacerdote todos los pecados que previamente enlistamos en nuestro examen de conciencia, empezando por aquellos más graves, que son además los que más nos pesan, verás que al salir del confesionario hasta te sentirás más ligero.
Es importante que aunque sientas vergüenza no omitas ninguno, eso también es un pecado grave.
Recuerda que el sacerdote está en representación de Dios, quien nos da en este sacramento el regalo de sentarnos con Él y platicar con toda confianza aquello en lo que reconocemos habernos equivocado y haberle ofendido con humildad, pidiendo perdón y reconciliándonos en esa relación de hijos amados.
Penitencia
Posteriormente, el sacerdote nos indicará que acto de penitencia deberemos de realizar, puede ser alguna oración o algún acto que repare de alguna forma el daño que hemos hecho no solo a Dios, también a nuestro prójimo.
Este sacramento es un regalo de Dios para nuestra alma, por ello es uno de los sacramentos de sanación, entramos al confesionario con el alma herida y salimos como renovados, ligeros, en paz, con esperanza de ser mejores cada día.
No tengas miedo de acercarte, de pedir la gracia para hacer una buena confesión, no te esperes a estar postrado en una cama, cada día es una oportunidad para acercarnos a ese abrazo que nos reconcilia con el amor infinito y verdadero.
El regalo final: La sagrada Eucaristía
Al estar reconciliados con Dios, estamos más que preparados para recibir a Jesús como alimento en la Sagrada Eucaristía, el banquete al cual todos estamos invitados en cada misa, pero para el cual no siempre nos preparamos.
Debemos tener en cuenta que si no estamos preparados no debemos ni podemos recibirlo.
Jesús se nos da por entero en ese sacrificio de amor que nos trajo la salvación, en esa Cruz Él nos ha demostrado cuanto nos ama, se quedó con nosotros en ese pequeño trozo de pan que al momento de la consagración se transforma en su cuerpo y en su sangre.
Por ello con un corazón dispuesto, contrito, puro y humillado ante el sacramento de la reconciliación hemos de recibirlo, respondiéndole así con el mismo amor y gratitud.
Oración
Te doy gracias Padre por este sacramento que sana mi alma, que me reconcilia contigo y me invita al banquete más importante en la Sagrada Eucaristía, el Santísimo sacramento del altar, en donde Jesús tu hijo amado se nos da por completo, para sanar y mantener vivo mi espíritu.
Autor: Gabriela Sarai Padilla Brizuela