Corpus Christi: la fiesta del Cuerpo y la sangre de Cristo.
¿Qué celebramos en este día?
En esta fiesta reconocemos la presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía.
Durante la última cena, Jesús tomó pan, lo partió, y se los dio a sus discípulos diciendo: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes.” Lucas 22, 19
Después, tomó la copa y les dijo: “Beban todos porque ésta es mi sangre, que se derrama por muchos.” Lucas 22, 20
¡Dios, en su locura de amor, se quedó en el pan y el vino para estar siempre con nosotros!
Y es que el amor es creativo, busca la cercanía, ser uno con quien ama.
¿Cómo podemos vivir este día tan especial?
Lo ideal es participar en la misa, recibir con gozo y gratitud a Jesús, que se entregó por cada uno de nosotros.
Además, podemos destinar un momento para contemplar, en el sagrario, al Amor con mayúsculas.
Dios, humilde, nos espera en el silencio para tener un diálogo íntimo, cercano y familiar con Él.
Un llamado de la Eucaristía
Jaime Bonet, el sacerdote fundador de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, cuenta una experiencia que transformó su vida para siempre:
A los 14 años fue a la capilla, como solían hacerlo en el colegio al que asistía. El Sagrario era para él un cajón y nada más.
Sin embargo, ese día se abrió al misterio de Dios, y tuvo un diálogo atrevido y espontáneo con Jesús.
Le dijo: “¡Esto no puede ser! ¡Tú no deberías haberte quedado en el Sagrario!” “¿Te agradaría, Jesús, ir por aquí, por allá, por las ciudades y por el mundo?”
Lo que entendió de parte de Jesús fue: “¡Me encantaría!” Y este joven respondió con generosidad a la llamada de Dios: “Pues irás Jesús, porque mi vida es tuya.”
Jaime Bonet dice que la razón de su sacerdocio fue esta experiencia.
Fundó una comunidad para dar a conocer este amor que con asombro había descubierto.
Por tanto, ¿Qué podemos aprender de esta experiencia?
Jesús también nos llama a cada uno de nosotros, está deseoso de que hablemos con Él.
Dios se quedó en el pan y el vino para acompañar nuestra vida, para compartir con nosotros todo lo que vivimos, y para enseñarnos a amar como Él.
Dice un documento de la Iglesia: “Comulgamos para pasar a ser lo mismo que recibimos” (Lumen Gentium 26).
El deseo de Jesús no es sólo que lo contemplemos en la Eucaristía, sino que nos dejemos transformar por su amor: que comulguemos con sus sueños, con sus sentimientos.
Que nos entreguemos en nuestras tareas cotidianas sabiendo que lo llevamos a Él, y que, si lo dejamos, Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos y de nuestra debilidad.
Finalmente, te invitamos a responder estas preguntas:
- ¿Realmente creo que en la Eucaristía está la presencia viva de Jesús?
- En el día a día, ¿comulgo con Jesús, con sus sueños y sus sentimientos?
Oración:
Te pedimos, Jesús, que nos des la gracia de acercarnos a la Eucaristía con una fe viva, y que nos dejemos transformar por ti.
Ayúdanos a no conformarnos con recibirte, sino que busquemos darte a los demás a través de nuestra vida: con creatividad, de una manera discreta, sin buscar protagonismos, sino sólo el mayor bien de quienes nos rodean. Amén.
Adriana Viveros