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Mónica, mujer optimista y obediente

Santa Mónica, se consideró por ser una mujer optimista y obediente por su amor profundo a Dios, pero con un esposo iracundo, una suegra que no la quería y un hijo muy rebelde. Su paciencia, perseverancia y oraciones, transformaron milagrosamente los corazones de su familia.

Santa Mónica nació en el año 331 en Tagaste, actualmente en Argelia. Su familia era cristiana y de una posición económica acomodada. Cuando tenía 20 años sus padres arreglaron su matrimonio con un romano llamado Patricio, quien tenía un buen puesto en el municipio y era muchos años mayor que ella.

Su nuevo hogar

No resultó muy agradable para Mónica; primeramente, era una casa pagana, con costumbres muy distintas a la suya, además se tropezó con una suegra suspicaz y unas sirvientas chismosas, dispuestas a alimentar con sus cuentos los recelos de la suegra. 

Peor aún era el carácter voluble de su esposo, quien podía ser sumamente cariñoso y de un momento a otro extremadamente colérico. Esa falta de control de sus pasiones, lo orillaba también a cometer numerosas infidelidades conyugales. 

¡Qué complicado! ¿imaginas vivir a diario malas caras, incertidumbre, gritos y traición?

Su matrimonio

A quienes conocían el carácter violento de Patricio les sorprendía que Santa Mónica nunca recibiera un solo golpe, todo fue gracias a que ella era consciente de que sería inútil protestar ante su esposo cuando éste estaba enojado, así que nunca entró en discusión con él, y sólo cuando volvía a estar tranquilo le hacía ver que “quizá había reaccionado más de lo justo”.

Ni siquiera creyó oportuno reprocharle sus infidelidades, las toleró con paciencia y continuó brindándole su amor con la esperanza de ganarle algún día para ella y para Dios. ¡Pero cuánto autocontrol de esta santa mujer! Mostrándose optimista.

Santa Mónica jamás divulgó los defectos y faltas de su marido, así mismo solía exhortar a sus amigas y conocidas a ser tolerantes con sus esposos y a no hablar mal de los ausentes.

Aborrecía la comadrería y jamás participaba en chismes, por el contrario, usaba sus dotes pacificadores para limar asperezas y reconciliar a los enemistados. ¡Vaya! Ese es el nivel de madurez al que todos debemos aspirar.

Maternidad.

El matrimonio tuvo tres hijos: Agustín, Navigio y Perpetua. Los dos últimos no dieron mayores problemas, eran tranquilos y piadosos. 

Fue Agustín quien absorbió su atención, era muy inquieto y curioso, mostró gran habilidad en el estudio, y por ello.

Santa Mónica en perfecto acuerdo con su esposo se desvivió por facilitarle la mejor educación, tratando incluso de evitarle interés por el matrimonio, para que éste no comprometiera su porvenir profesional.

Santa Mónica con su mansedumbre e incesante oración, logró la conversión de su marido y la de su suegra, quienes se bautizaron en la fe católica y tornaron el ambiente familiar en una agradable compañía.

A penas, un par de años antes de que Patricio muriera. Pero hasta ese momento, Mónica no advertía el calvario que su hijo Agustín le haría vivir.

San Agustín.

El joven de 17 años, estudiaba hasta la ciudad de Cartago cuando comenzaron a llegarle noticias a su madre sobre su comportamiento anticristiano, vivía en unión libre y había sido absorbido por el deseo de poseer la verdad a través de las ciencias.

Se había dejado seducir por las teorías filosóficas y diversas creencias de la época, pues habiendo caído en el abismo de la duda, se unió a la secta de los maniqueos, después al escepticismo y más adelante a los neoplatónicos.

Vacaciones con su hijo

Durante unas vacaciones de Agustín en casa de Santa Mónica, se vio orillada a correrlo debido a sus expresiones blasfemas, pues no toleraría tales faltas de respeto a Dios bajo su techo. 

Mónica sufría y lloraba, pero no se desmoronaba, un sueño que interpretó como la victoria de que algún día Agustín compartiría su fe, la animó y decidió alcanzarlo en Cartago, donde vivieron juntos nueve años.

Hasta que Agustín, insatisfecho, quiso probar suerte en Roma, y para hacerlo con más libertad, abandonó a su madre en la playa y embarcó furtivamente. 

Santa Mónica, herida y molesta, continuó rezando por su hijo y tomó el siguiente barco para alcanzarlo. ¿Imaginas todas esas situaciones? ¡Que duro debió ser para ella!

Santa Mónica, mujer, optimista, obediente

San Ambrosio

Estando en Milán, Mónica se encontró con San Ambrosio, arzobispo de la ciudad, para que la fuera guiando con sus prudentes consejos. 

Pasados unos años, el gran conocimiento y poderosa personalidad de San Ambrosio atrajeron la atención de Agustín, quien, al escucharle con profunda atención y respeto, fue abriendo su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

Mónica celebró el cambio, pero su alegría no sería completa hasta la plena conversión de su hijo, así que continuó orando por él. Tiempo después, con inmenso dolor de su alma, Agustín despidió a la mujer con la que había convivido durante 15 años, se hizo bautizar junto con su hijo Adeodato y eligió la vida religiosa.

A las pocas semanas, regresaron a su tierra natal, y mientras descansaban del viaje, Mónica presintió la cercanía de su muerte y expresó: “Hijo mío, nada me deleita ya en esta vida. Una cosa deseaba y era el verte cristiano católico antes de morir. 

Dios me lo ha concedido con creces, puesto que, despreciada la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ¿Qué hago ya aquí?”.

A los cinco días cayó en cama y tras breve enfermedad, murió, teniendo 56 años de edad. Esto fue una prueba de hacer sido mujer obediente a las promesas de Dios.

Oración:

Querida Santa Mónica, tú que con prudente paciencia supiste mantener viva la llama de la fe y de la esperanza, te pedimos que intercedas por todos los matrimonios que están leyendo o escuchando este post; para que en humildad y oración alcancen los dones necesarios para sobrellevar sus diferencias y enfrentar juntos las adversidades. Regálanos tu ser mujer optimista y obediente.
Amén

Si quieres conocer más de esta santa, te dejamos el siguiente link: Santa Mónica.

Vania Hernández.

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