Estamos en la primera semana de Pascua
Proclamamos en las lecturas e incluso al darnos la paz ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor! ¡Cristo ha resucitado, verdaderamente resucitó!
El sacerdote que dió la homilía en la vigilia pascual nos comentaba que estamos en una gran fiesta que no sólo dura una noche, una semana, sino que nos extendemos a 50 días y a cada domingo porque Jesús ha resucitado.
Insistimos porque es algo tan difícil de creer que por eso lo repetimos tanto. ¡Créetelo!
En los Evangelios, la narración de la resurrección tiene distintos matices, pero una cosa que tienen en común, es que todos los evangelistas señalan que los discípulos no lo podían creer, tenían dificultad para creer en la resurrección de Jesús.
Pero podemos decir que cuando lo crees, te revoluciona la vida. Eso lo hemos experimentado de una manera u otra todos los que estamos aquí.
En la secuencia que se proclama en estos días, que es una poesía muy antigua, me fijo en unos párrafos. “Lucharon vida y muerte en singular batalla, muerto el que es la vida, triunfante se levanta”. La pasión y resurrección es una lucha.
Desde el Domingo de Ramos ya se proclamaba la resurrección
¿Cómo se vence el mal? ¿Cómo se vence la muerte?
No sólo fueron predicciones de quién ganaría el partido, sino que lo ganamos. ¡Jesús venció a la muerte!
“Muerto el que es la vida, triunfante se levanta”. El que es la vida muere, pero como es la vida, triunfante se levanta.
Dice otro párrafo, “¿Qué has visto de camino, María en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada; los ángeles testigos, sudarios y mortajas. Resucitó de veras mi amor y mi esperanza”.
La fe brota de un encuentro, no de una señal
¿Qué has visto María? Vi a mi Señor glorioso. La tumba abandonada.
En los Evangelios se habla de la tumba vacía pero el motivo principal de la fe no es la tumba vacía. Si fuera así se pudo haber creído en lo que propagaron las autoridades, que dijeron que se robaron el cuerpo.
Hay testigos, los ángeles testigos – No está aquí, ha resucitado.
Sudarios y mortaja – Dicen los Evangelistas que estaban doblados. Si se hubieran robado el cuerpo, no hubieran perdido el tiempo quitando las vendas.
Los ladrones no tendrían cuidado de doblar. Son todos detalles muy importantes de los evangelistas.
El que resucitó es mi amor, mi esperanza.
Encarnada en un Dios hecho hombre. Resucita el amor, la esperanza en mí.
Cuánto necesitamos hoy el amor y la esperanza en medio de tantos sucesos.
Cuando uno ve las noticias, ves todo lo que va a pasar, ¿En dónde estás Jesús resucitado?
Que Jesús resucite ese amor y esperanza en nosotros. Jesús tiene que resucitar el amor en ti y en mí. Dediquémonos a sembrar el amor.
Nos dice Jesús: Vengo a resucitar en ti la esperanza, no son solo los problemas de afuera sino lo que llevamos dentro.
Jesús te dice allí yo vengo a resucitarte
El encuentro de María Magdalena con Jesús en Juan 20, 11-18, es un proceso de fe. María va a la tumba, se queda llorando allí. María ¿Qué está buscando?
Un cadáver, un cuerpo muerto, está fija en lo que está buscando y por eso cuando Jesús le habla y le dice ¿A quién buscas? Ella lo mira pero no lo reconoce porque no busca a un Señor vivo, sino muerto.
Los ángeles. ¿En dónde han dejado a mi Señor? Porque sigue buscando a un hombre muerto. Mi señor no puede hacer nada, está muerto. Hasta dice, Díganme si se lo han llevado a dónde lo han dejado para ir por él.
Sus ojos están nublados, está fijada en la muerte buscando un cadáver, no lo reconoce.
Reconoce a Jesús en el momento en que la llama por su nombre: María.
Hemos tenido esa experiencia de sentir cómo Jesús nos llama por nuestro nombre, allí toda la vida se te transforma. En ese encuentro personal. María cuando reconoce a Jesús dice: Señor, si te lo has llevado tú, yo misma iré a recogerlo.
Ama a Jesús, quien es su maestro, pero tiene que ir ella a recogerlo, no piensa que es Él, quien va a su encuentro.
A veces pensamos que nosotros tenemos que ir al encuentro con Dios y es Él el que viene.
Ella se acercó a Él y exclamó en Arameo (su lengua materna, con la que se habla desde el alma), dijo Rabonni que quiere decir Maestro.
Todavía no es una condición de fe, está reconociendo a Jesús pero le dice Rabonni, puede ser un excelente y fantástico maestro pero al fin un humano.
María se le arroja a los pies y le abraza, pero Jesús le dice, no me retengas, deja ya de tocarme. Pero ¿por qué? Porque todavía no he subido a mi padre. Jesús es hijo del padre, le recuerda su filiación.
Dile a mis hermanos que voy a mi padre que es también padre de ustedes y a mi Dios que es su Dios.
Una antigua homilía del S. XIII que se detiene en la frase: “No me retengas”
Le dice María. Te reconozco por tu nombre, aprende a conocerme por tu fe.
No me retengas porque todavía no he subido al padre, no crees todavía que soy igual, eterno y consustancial al padre, creelo y entonces ya me tienes retenido para toda la vida porque yo no me voy.
Tu mirada se detiene en el hombre, por eso no crees. No ves a Dios, cree y verás. por tu fe me tendrás.
Retenme con esa mano, búscame con esos ojos. No estoy lejos de ti, soy un dios cercano, ¿Qué hay más cercano al hombre que su propio corazón?
Todavía no reconoces que yo soy Dios, no das aún el paso de fe.
En el momento que reconoces que yo soy Dios, me puedes retener. Yo no estoy lejos de ti.
Es como cuando estás en un lugar y haces como que te vas, y quieren que te quedes pero no te lo dicen.
Me voy a quedar contigo, en tu corazón
Un corazón puro no es un corazón inmaculado, es el corazón que le dice a Jesús: Tú eres mi Dios, quédate conmigo entra a mi casa y tú ordenala.
Ese es el proceso de fe. María no encuentra un cadáver, encuentra a un cristo vivo le dice no soy solo tu Raboni, sino que soy tu Dios, entonces yo me quedaré contigo para siempre
Ve y dile a mis hermanos. Jesús nos dice hermanos. Hijos del mismo padre que Jesús, Dios es Dios, es el Señor, Cuando Ma. Magalena les dice, he visto al Señor
No les dice el maestro, le dice Señor después de un proceso de fe. Va desde buscar a un hombre muerto hasta reconocerlo como Dios.
Este Dios que es así de grande, que resucita a Jesús de entre los muertos, está. Dios te dice: eres mi hermano.
Los hermanos son los parientes genéticamente más cercanos que tenemos. Eres mi hermano.
Mi Dios es tu Dios, mi padre es tu padre. Quiero quedarme en el centro de tu corazón
Esa es la razón de nuestra esperanza, Dios ya venció la muerte. Él se hace presente vivo en cada uno de nosotros cuando nos abrimos a él y tratamos de tener gestos de amor.
Autora. Lucía Herrerías Guerra. Misionera de la Fraternidad Misionera Verbum Dei.