El crecimiento como seres humanos y desarrollo personal va más allá de lo que la sociedad no ha enseñado que es el modelo de vida
En la acelerada carrera por alcanzar el éxito personal y profesional, a menudo olvidamos que el crecimiento genuino va más allá de logros externos o metas materiales. «Familia, educando en esperanza»
¿Realmente sabemos lo que significa crecer como seres humanos?
La cultura moderna tiende a enfocarse en un concepto superficial del progreso, donde la productividad y la acumulación se imponen como las únicas formas de medición del éxito.
Sin embargo, un desarrollo personal verdadero y duradero se fundamenta en principios mucho más profundos, como la esperanza, la reflexión constante y el amor.
En su conferencia «Educar en la Esperanza», el Dr. Alberto I. Vargas destaca que «la esperanza no es un mero anhelo de lo que podría ser, sino una virtud activa que nos mueve a transformar el futuro que nos espera».
Esta reflexión se hace aún más pertinente hoy, cuando la desesperanza y la alienación parecen ser la respuesta más común ante los desafíos que enfrentamos.
El Dr. Vargas nos invita a reflexionar sobre cómo podemos dirigir nuestras vidas hacia un propósito más elevado, educándonos en la esperanza que nos lleva a crecer, a pensar y a amar en profundidad.
Es decir, más que centrarnos en un proyecto existencial y poner la visión en un proyecto histórico.
Mientras que el primero se refiere a nuestros valores, principios y propósitos más profundos, el segundo está relacionado con metas externas y logros tangibles.
Es común confundir el éxito en el proyecto histórico con la realización en el proyecto existencial, pero descubrir el sentido trascendente de la vida va más allá de los logros materiales o sociales.
Familia educando en la esperanza
A lo largo de este artículo, te presento tres pilares esenciales propuestos por el Dr. Vargas para un crecimiento auténtico: el hacer, el pensar y el amar.
Estos principios no solo deben formar parte de nuestra educación formal, sino también de nuestra vida diaria.
A través de ellos, podemos alcanzar el propósito de ser seres completos, capaces de enfrentar la vida con confianza y valentía.
En este sentido, la esperanza no es solo esperar a que las cosas mejoren, sino un acto consciente y deliberado que nos impulsa a tomar acción, a reflexionar sobre lo que somos y a entregarnos al otro con generosidad.
En eso radica nuestra verdadera libertad, comprometernos con un proyecto de vida.
El crecimiento personal: Una educación integral
- Enseñar a hacer
El crecimiento comienza con la acción. Desde el momento en que nacemos, la vida se trata de aprender a hacer: a respirar, a caminar, a hablar, a coordinar los movimientos de nuestro cuerpo.
Pero enseñar a hacer no solo implica la adquisición de habilidades físicas, sino además la capacidad de relacionarnos con nuestro entorno.
Vivimos en un entorno donde la adicción a la tecnología podría ser una consecuencia de una educación deficiente en cuanto al uso responsable de los recursos materiales.
En lugar de permitir que los niños se enfrenten a los dispositivos electrónicos sin orientación ni mesura, es fundamental educarlos en habilidades más prácticas, la música, el deporte y habilidades cognitivas.
De esta forma, no solo estamos enseñando a hacer, sino a comprender el mundo y a conectar con él de manera significativa, es decir, hacerlo suyo.
- Enseñar a pensar
El segundo ámbito del crecimiento es la capacidad de pensar. Pero pensar no es solo acumular conocimientos como muchos han creido: es reflexionar profundamente sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
La educación en este ámbito tiene que ver con aprender a cuestionar, a reflexionar y a vivir con coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos.
Como enseñó Sócrates, «la vida no examinada no vale la pena ser vivida».
Pensar bien implica comprender que la vida no se reduce a lo biológico, sino que también tiene una dimensión moral.
La educación debe orientarnos a vivir de acuerdo con principios éticos, a tomar decisiones que contribuyan al bien común, y a desarrollar una vida de coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos.
Este tipo de pensamiento activo es clave para formar personas que no solo piensan por sí mismas, sino que piensan en beneficio de la comunidad.
- Enseñar a amar
El tercer pilar fundamental para el crecimiento personal es el amor. Este no se refiere solo a una emoción, sino a una actitud activa y consciente hacia los demás.
El amor implica entregarse, compartir, comprender y, sobre todo, abrirse al otro. Vivir en libertad auténtica solo es posible cuando estamos dispuestos a trascender nuestra individualidad para contribuir al bienestar de los demás.
Enseñar a amar es ayudar a las personas a reconocer en el otro no un «qué», sino un «quién», una persona con dignidad y propósito.
La familia, la comunidad y las relaciones interpersonales son los espacios donde este amor se cultiva, y es la base para formar sociedades más solidarias y humanas.
En mi parecer es una asignatura pendiente que tenemos por cubrir, “enseñar a amar más y mejor”.
Te comparto cinco acciones para crecer en lo personal y socialmente:
- Conectar con la naturaleza: Práctica el sano ocio. Dedica tiempo a admirar y cuidar el entorno natural. La naturaleza no solo nos conecta con nuestro cuerpo, sino también con una dimensión más profunda de nuestra existencia.
- Cultivar el pensamiento crítico: Haz de la reflexión diaria un hábito. Pregúntate no solo qué piensas, sino para qué lo piensas y cómo eso afecta tus decisiones y relaciones.
- Fomentar el diálogo: Habla plenamente. Aprende a escuchar activamente y a comunicarte de manera clara y respetuosa. La verdadera comprensión surge del intercambio de ideas.
- Practicar el amor incondicional: Ten un acto de amor cada día. Busca maneras de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Reconoce en cada ser humano un «quién» y no un «qué».
- Formar hábitos de virtud: Se perseverante. La virtud no se construye de un día para otro. Comienza con pequeños actos de bondad, respeto y honestidad, y gradualmente verás cómo estos se convierten en parte integral de tu vida.
Estamos en una permanente autoconstrucción
El verdadero crecimiento personal no ocurre por accidente. Es un proceso consciente que requiere esfuerzo y dedicación, pero sobre todo, una visión clara de lo que significa “ser humano”.
Al aprender a hacer, pensar y amar, podemos convertirnos en las personas que estamos destinados a ser, será mucho más sencillo descubrir nuestro propósito en la vida.
En este viaje hacia el crecimiento, la esperanza no es solo un deseo de lo que podría ser, sino una expectativa activa de lo que podemos lograr.
Al educarnos en la esperanza, no solo mejoramos nuestras vidas, sino también las de aquellos que nos rodean, creando un futuro más libre, justo y feliz para todos.
Recuerda: «El crecimiento no es un destino, sino un viaje diario. La verdadera libertad comienza cuando decidimos vivir con propósito, amar sin reservas y pensar con claridad. Hoy es el día para comenzar a ser la mejor versión de ti mismo.»