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Los hijos son una misión divina, no una propiedad terrenal.

En una sociedad donde el materialismo a menudo eclipsa lo esencial, es común escuchar frases como “tenemos un auto”, “tenemos una casa”, “tenemos un perro” y, quizás la más intrigante de todas, “tenemos tres hijos”. Pareciera que hemos llegado a considerar a nuestros hijos como posesiones, objetos que podemos adquirir y controlar a voluntad. Sin embargo, es crucial recordar que los hijos no son nuestra propiedad.

Si bien es cierto que los niños nacen y crecen en el seno de una familia, esto no los convierte en bienes que podemos poseer. Cada niño trae consigo un alma y un corazón únicos, y estos no pueden pertenecer a nadie más que a ellos mismos. Los padres, en lugar de ser dueños, son guías y protectores de esas almas en crecimiento.

La vida en familia tiene un impacto duradero en cada individuo, y los padres desempeñan un papel fundamental en la formación de sus hijos. El hogar es la primera escuela, y los padres, los primeros maestros. La interacción constante entre padres e hijos crea un ambiente en el que los niños desarrollan su sentido de identidad y valores.

La educación de los hijos es una responsabilidad indeclinable, intransferible e indelegable. No puede ser entregada a terceros, ya sean personal de servicio, abuelos, tíos, vecinos o maestros. La crianza y la formación de los hijos son tareas que solo los padres pueden llevar a cabo.

En un mundo en constante cambio, los padres enfrentan desafíos significativos al criar a sus hijos. La sociedad actual hace que sea especialmente difícil guiar a los hijos hacia la madurez. Por lo tanto, es vital comprender que la educación que los padres deben brindar no es únicamente académica, sino una educación para la vida.

Los padres son los únicos capaces de impartir competencias emocionales, comunicativas, comportamentales, familiares y organizativas que prepararán a sus hijos para enfrentar el complejo arte de vivir. 

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Pero, ¿en qué áreas específicas deben centrarse los padres?

1. Familia estructurada: Establecer rutinas familiares fortalece el vínculo entre padres e hijos. Las rutinas también fomentan la independencia y la adaptabilidad de los niños, ayudándoles a sobrellevar los cambios con mayor facilidad. No es necesario establecer muchas rutinas de inmediato; comenzar con una y agregar más con el tiempo puede ser efectivo.
2. Principios y creencias: Los valores son fundamentales para tomar decisiones y forjar una dirección en la vida. Transmitir principios sólidos y creencias a los hijos les brinda una base sólida para enfrentar desafíos y tomar decisiones éticas. Los padres tienen la tarea de inculcar lo permanente en un mundo en constante cambio.
3. Construir autoestima: Las palabras de los padres juegan un papel crucial en la construcción de la autoestima de sus hijos. Reconocer y elogiar las conductas positivas, así como corregir con empatía los errores, es esencial. Los niños deben sentirse amados, valorados y capaces de lograr sus objetivos.
4. Educar la libertad y la voluntad: La formación de la voluntad y el ejercicio de la libertad son aspectos fundamentales en la crianza. Los padres deben permitir a sus hijos tomar decisiones en situaciones cotidianas, explicando las razones y los posibles peligros. La confianza es clave, y si se rompe, se debe restaurar.
5. Ser exigentes: Establecer límites y ser firmes pero amables es esencial. La falta de límites puede tener consecuencias negativas, ya que los niños necesitan aprender a respetarse a sí mismos y a los demás. Los padres que no imponen restricciones pueden dificultar la adaptación de sus hijos en situaciones futuras.
6. Coherencia: Mantener la coherencia entre lo que se dice y se hace es fundamental. Los padres deben esforzarse por ser un ejemplo consistente para sus hijos en todos los aspectos de la vida.

La paternidad y la maternidad son una misión sagrada. Los hijos son un regalo precioso encomendado a nuestros cuidados, y como padres, nuestra tarea es guiarlos con amor y valores sólidos. Al cultivar un ambiente de respeto, amor y responsabilidad, dejamos una huella imborrable en el corazón de nuestros hijos y les ayudamos a convertirse en individuos autónomos y valiosos para la sociedad.

En este viaje de crianza, recordemos que los hijos no son propiedad, sino seres únicos con un destino propio. Sigamos adelante con esta noble tarea, conscientes de que la alegría de criar a un hijo no tiene precio y que estamos formando el futuro.

Soy Sergio Cazadero y quiero compartir contigo cómo crecer. Agenda tu cita en 3 pasos, dando click aquí.

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