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Sana tu relación con la comida

¿Cuántas veces te has encontrado comiendo después de una ruptura, una situación difícil o una gran frustración?

“Sana tu relación con la comida”. No por nada México es uno de los países con los índices más altos en cuanto a obesidad y sobre peso.

Incluso en la infancia y esto no es casualidad, mucho tiene que ver con la carga emocional que ponemos en la comida y los malos hábitos que solemos llevar.

Los vacíos Nutricionales en la infancia (de los cuales hablaré en otro momento), pero sobre todo, el buscar la solución en el lugar equivocado. Buscando llenar los vacíos emocionales comiendo.

Preguntándonos los factores que intervienen en la obesidad y los trastornos alimenticios, podemos llegar a respuestas como estas:

Para muchos el impulso de comer resulta inevitable, sobre todo en situaciones en las que tenemos alguna preocupación o una emoción incómoda.

¿Cuántos hemos tomado un puño de palomitas, galletas, chocolates, pan o papas en algún momento difícil?

Podemos intentar “portarnos bien”, cuidar las calorías, eliminar la grasa de nuestras dietas, pero de repente nos damos cuenta ya estamos a la mitad de una bolsa de palomitas. 

Lo cierto es que caemos en estos malos hábitos por diversas razones principalmente las EMOCIONALES (ansiedad, enojo, depresión, preocupación, tristeza, ansiedad, soledad, cansancio emocional, desamparo, vacío emocional, sentimientos de abandono, entre muchos otros).

Lo peor es que caer en este círculo vicioso provoca mayor frustración y una sensación de falta de fuerza de voluntad y básicamente podemos afirmar que no es un asunto de voluntad.

Ni se trata de contar calorías y hacer más ejercicios (aunque esos factores sí contribuyen) sino de ahondar en lo profundo, conocernos y saber ¿qué motiva nuestros hábitos alimenticios?

¿Qué vacíos intentamos llenar?

¿Será que el acercamiento para tratar nuestra forma de comer no ha sido el adecuado?

Si el 70% de la población mexicana sufre de sobrepeso, y casi una tercera parte obesidad y esto se relaciona con el 32% muertes en mujeres y 20% en hombres, entonces deberíamos intentar nuevas formas de sanar nuestra relación con la comida.

Además, la mayor parte de las personas que se someten a dietas rigurosas, recuperan el peso, por ello debemos detenernos a explorar qué causa éste resultado y no seguir en ese espiral.

Algunas personas sí alcanzan a comprender que su forma incontrolable de comer se debe a una reacción relacionada con los niveles de estrés a los que se someten a diario y esto les permite buscar opciones más saludables.

Frecuentemente, cuando nos sentimos abrumados por las emociones, recurrimos a la comida para calmarlas.

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El estrés nos pone en estado de alerta, listos para la pelea, y esto genera que cualquier alimento, incluso el más saludable se guarde y no se digiera adecuadamente

Porque se activa el sistema simpático que no permite tener una buena digestión ni aprovechar la comida.

Por el contrario, un estado de relajación y calma, activa el sistema nervioso parasimpático, nos ayuda a digerir y absorber los nutrientes de los alimentos de forma adecuada y a sentirnos en paz.

Está comprobado que al estar tranquilos digerimos mejor cualquier alimento, así que eso nos recuerda la importancia del estado de ánimo a la hora de comer.

El estrés genera HAMBRE EMOCIONAL, que parece insaciable, sin tomar en cuenta qué tan lleno esté nuestro estómago, se trata de calmar lo que no nos gusta sentir a través de la comida.

Esa tensión emocional nos hace olvidar qué es lo que nos hace bien o nos nutre y tendemos a comer aquellos alimentos que nos hacen daño o simplemente nos engordan, sin alimentarnos.

Y esa tensión emocional es la que hace que echemos a la basura meses de trabajo ejercitándonos o bajo rigurosos regímenes dietéticos.

Porque repito que la solución no está en contar calorías o hacer ejercicio para quemarlas, sino explorar en lo profundo de nuestro ser y sanar.

Las siguientes preguntas nos pueden hablar de nuestros hábitos de la vida cotidiana:

  • ¿Te acuerdas de masticar la comida lentamente?
  • ¿Qué te motiva a elegir lo que comes?
  • ¿Al comer, pones los cubiertos en el plato mientras masticas los alimentos?
  • ¿Prácticas algún ejercicio cuando te sientes abrumada(o) por tanta tensión de la vida moderna?
  • ¿Recuerdas hacer respiraciones profundas cuando sientes que llegas al límite?

Al contestar esas preguntas puedes darte cuenta qué tanto te cuidas y de qué forma canalizas tus sentimientos y qué es lo que influye en tu toma de decisiones respecto a la comida.

Desgraciadamente los consejos que suelen darse en cuanto a la alimentación no suelen ser eficaces, ya que no consideran el manejo de emocional.

Claro que también existen factores biológicos que fomentan esa necesidad imperiosa de comer, como suele suceder con la resistencia a la insulina.

La cual puede haberse gestado por mucho tiempo atrás exagerando el consumo de alimentos procesados, azucárese harinas y alimentos que poco nos nutren y alteran nuestras hormonas de saciedad.

Es decir que cuando acostumbramos a nuestro organismo a comer harinas y cosas dulces, es lo que nos pedirá.

Además de que esto tiene que ver con carencias emocionales y a veces necesidades insatisfechas que buscamos llenar con dulces o comidas procesadas.

Esa necesidad puede generarse por los cambios neurológicos que se suscitan cuando algo nos molesta.

De hecho, no son las dietas, el autocontrol o la fuerza de voluntad, lo que nos ayudará, sino solo el autoconocimiento para saber qué es lo que estamos sintiendo

Hacer una pausa en el camino y tocar esos sentimientos, darnos cuenta de esas emociones que nos perturban sin luchar contra ellas.

Respirar profundamente, recurrir a un vaso de agua, a caminar, a hablar con alguien para poder aceptar lo que sentimos y buscar ayuda de ser necesario.

Es decir, conocer las fuentes de placer en nuestra vida, que a veces solo hemos encontrado en la comida.

Porque si nos remontamos a nuestro primer año, la comida, a través de la lactancia fue nuestra primera fuente de placer.

Pero como adultos hay que descubrir muchas otras, comenzando por el placer a dar a otros el bienestar comprobado que obtenemos haciendo oración, así también se regula nuestro sistema nervioso y libera endorfinas.

Según estudios realizados en el MIT, se ha descubierto que hay 2 formas de hambre:

 

La psicológica: necesidad de protección o de llenar un vacío emocional, sentirnos amados, reconfortados o cuidados con la comida.

A veces por sentirnos abandonados por alguna situación de la infancia y nos protegemos con capas de piel o grasa.

O el rechazo, que hace que nos limitemos en relación a la comida y se tenga delgadez extrema.

En cuanto al hambre emocional hay muchos tintes que la confirman y viene desde carencias de la infancia hasta frustraciones, pérdidas y traumas que no hemos sanado.

El hambre física que se satisface al comer variedad de alimentos que no solo nos dan calorías, sino también nutrientes; se trata de la necesidad auténtica de nuestro cuerpo cuando físicamente sentimos hambre.

Cuando se trata de un antojo o el hambre que solo calmamos comiendo los alimentos que renueven y restablezcan nuestro suministro de los neurotransmisores necesarios en el cerebro se puede calmar.

Lo cual solo se consigue comiendo alimentos que generen estos cambios, o a los que nos hemos malacostumbrado.

Como: el pan dulce, donas, pasteles, dulces, galletas, panqués, pastas, cereales, tortillas, palomitas, alimentos procesados, helados, refrescos, etc.

Podemos aprender a calmarnos de formas distintas, a nutrirnos emocionalmente de forma diferente, para ello lo primero es el autoconocimiento.

El hambre psicológica se genera la mayoría de las veces, por estados emocionales como los causados por el estrés al que nos enfrentamos todos los días.

Comemos para tratar de restablecer la producción de serotonina, pero tarda un buen rato en digerirse en el estómago y más en llegar el mensaje al cerebro de que ya tenemos lo que necesitábamos.

“Y ante esta necesidad del cerebro, poco puede hacer nuestra voluntad y de hecho aunque tratemos de satisfacerla con otro alimento, es probable que sigamos comiendo o se nos siga presentando la necesidad”.

Esto porque requerimos alimentos que logren aportar este neurotransmisor en el cerebro.

Pero no estamos sanando la raíz emocional del problema.

relacion oon la comida

Recomendaciones:

-Lo primero, es poder identificar qué situaciones o en qué momentos comenzamos a sentir esa necesidad imperiosa de comer; ¿Qué factores intervienen cuando nos sucede?

-Debemos comenzar con reconocer que el estrés emocional afecta nuestro cerebro y eso puede dar como resultado  una necesidad incontrolable de comer.

El estado constante de alerta en el que podemos mantenernos al hacer y hacer y distraernos para no sentir, genera todo tipo de problemas de salud, incluso en el ámbito de los hábitos alimentarios.

-Así que buscar la manera de contactar con lo que sentimos, es ya de por sí, sanador.

-Hacer uso de nutracéuticos — considerados como alimentos que no sólo nutren al cuerpo, sino que actúan en emociones, ánimo, memoria; que nos pueden ayudar si nuestro caso no es muy grave.

Por ejemplo, Las bayas o frutos del bosque nutren al cerebro (no solo nuestro organismo sino a nivel neurológico, previenen demencia.

Las grasas sanas deben ser ingeridas en cada comida, (que son llamadas Omega 3 y Omega 6), tienen efectos calmantes si de hambre se trata, además de nutrirnos a nivel neurológico.

Recomendaciones:

El orden de los alimentos también tiene efectos benéficos. Comenzar a comer siempre las verduras de hoja verde, luego proteína y al final carbohidratos.

 -Al seguir estas recomendaciones podremos satisfacer el hambre psicológica y mantener constantes los niveles de serotonina, lo cual estimulará nuestro propio sistema de manejo de estrés, y a la vez nos permitirá controlar lo que comemos.

– Hacer un programa alimenticio que implica ir acostumbrando a nuestro organismo a conseguir el efecto tranquilizante en el tiempo que tarda liberarse el neurotransmisor y se hace disponible en el cerebro. 

Para ello es indispensable comer lentamente ya que nuestro cerebro requiere de un tiempo aproximado para liberar neurotransmisores de aproximadamente 20-30 minutos, y entonces sentirnos satisfechos después de comer.

Si comes rápido y en menos tiempo, esa señal no llega a tu cerebro y aparecerá el hambre incontrolable.

– El auto-conocimiento y apertura al cambio es crucial para poder cambiar nuestros hábitos.

Nelly Canseco

Soy Nelly Canseco, psicóloga. 

Experta en temas de familia. Formo parte de…

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