Este domingo en el evangelio escuchamos la historia de la hemorroisa, aquella mujer de mucha fe que, aunque no conozcamos su nombre nos da un gran ejemplo para que nosotros tengamos esa misma confianza en Jesús. «La fe y la humildad».
Ella como tantos otros enfermos que se acercaron a Él, de los cuales tampoco sabemos sus nombres, pero si sus padecimientos, lo buscaban con un corazón lleno de esperanza, con insistencia sabiendo que Él era el mesías, el hijo de Dios.
Otro ejemplo muy claro es el leproso quien le dijo: “señor, si quieres puedes sanarme”, tanto él como la hemorroisa eran personas que la comunidad rechazaba y recibían peor trato que un animal.
Sin embargo su fe los llevó al encuentro con ese Jesús que sanaba no solo el cuerpo sino también el alma.
Por otro lado, también tenemos el ejemplo de fe del centurión, quien además sabiendo que no era digno de recibir a Jesús en su casa.
Le reiteró que bastaba con que nuestro Señor así lo quisiera para que el milagro de sanación en su sirviente sucediera.
Estas palabras incluso las repetimos nosotros antes de recibir a nuestro Señor en la eucaristía: “Señor, yo no soy digno de que tu entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”
¿Que más tienen en común todas estas historias de sanación, además de la fe de estas tres personas?.
Bueno se suma un ingrediente muy importante que es la humildad, estaba presente en la forma que se dirigían a Jesús, la manera en la que hacían la petición, en el caso de la hemorroísa fue diferente puesto que ella no habló.
En ese tiempo ella era considerada impura por su padecimiento, sabía que acercarse a hablar con Jesús podía tener consecuencias graves para ambos, además de que no se sentía digna de hacerlo, pero tenía lo más importante: fe y humildad.
Y ¿Qué es la fe?
En hebreos 11:1 nos dice que “La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve” y estos tres personajes que nos presenta la biblia lo tenían muy claro.
Pero había algo que ellos si veían y era esa mirada compasiva en Jesús, una mirada que no rechaza, sino que acoge al desvalido, confirma amor, esperanza y comprensión.
Entonces ¿porque hoy día cuesta tanto tener fe?, en lo personal pienso que el mundo nos ha llenado de tantas cosas materiales.
Donde ponemos nuestra seguridad, nuestras esperanzas y que además los medios de comunicación nos han llenado de miedos, poniéndonos una especie de venda en los ojos.
Es necesario que nos desconectemos del mundo, para poder conectar con esa mirada de Jesús que nos dice “si quiero, sana”, quizá por eso ninguno de estos personajes tiene nombre.
Porque podemos ser cada uno de nosotros los llamados a acudir a Él, con la misma confianza y con humildad, sabiendo que no lo merecemos.
A pesar de ello Jesús obrará en nuestra vida, no importa si es una enfermedad física o espiritual, según sea su voluntad sanaremos.
Te comparto también algunas preguntas que me hice durante esta reflexión: ¿Cómo es mi fe?.
¿En mi oración pido al señor confiando en su voluntad, pero también con esperanza o dudo?, ¿Lo hago con humildad o lo exijo?
Oración:
Señor, ayúdame a mantener una fe firme en ti confiando en tu palabra, que el miedo no me ponga una venda que me impida ver esa mirada tuya que me dice cuanto me ama.
Que pueda decirte siempre “señor si quieres puedes sanarme, con una sola palabra tuya bastará para que se cumpla tu voluntad”.
Autora: Gabriela Saraí